Esta tarde



Hay tardes así.
Me urge terminar una pàgina
pero me distrae una hormiga
errante y salida de cauce,
¿raro, no? ,
que trepa por el filo, justo, de mi ventana

miércoles, 21 de abril de 2010

LA GOTA

A Edgardo, que enterado de la existencia del fundador, discutió conmigo su destino. Con mis disculpas, porque de mi mano su historia cambio de curso. Suelto de ella, tal vez hubiera elegido la que él le pensó. ¿Quién lo sabe?


                                                                                                                             Ana


                                                                                           Cerré los ojos, los abrí. Entonces vi el Aleph.
                                                                                                                             J. L. Borges

Es el resumen del resumen, decía. La voz sonaba cavernosa, no era una voz adecuada para el salón luminoso de un hotel moderno, vidriado y minimalista, enclavado en el centro de la pequeña ciudad, ruidosa y nueva. Mucho menos para la media tarde de un día de primavera inusualmente cálida.

El que hablaba era uno de los que había llegado, hacía años, a trazar los planos y a plantar algunas pocas edificaciones frágiles que anunciaban la existencia de otras que necesariamente deberían reemplazarlas. Los que habíamos venido después, cuando las oficinas de las empresas funcionaban y requerían de nuestros servicios, no conocíamos su historia. Ni la suya ni la de los otros cinco o seis fundadores. Era el único que había permanecido en el lugar, los demás, después de algunos años, habían regresado a sus antiguos hogares. Ninguno había cumplido con el destino que se supone está trazado para quienes fundan, no habían tenido hijos que poblaran el sitio, en consecuencia no había apellidos de larga data, excepto el del dueño de la voz en cuestión. Dicen, sin embargo, que nunca les faltaron las mujeres. Ellas habían venido al lugar, al conjuro de un llamado llegado hasta sus oídos de muchachas acostumbradas a los riesgos , de boca de los mercachifles que llevaban , de pueblo en pueblo, jabones, telas e historias, en un orden que no obedecía necesariamente al de esta cita.

Decía entonces que hombres venidos de lejos y mujeres empujadas por la desesperanza, si es que la desesperanza empuja, habían inaugurado, al amparo de sus propias fantasías, amores confusos, tumultuosos y estériles, que duraban el tiempo justo de la nostalgia y del permiso que cada uno se daba para sentir la soledad. Después, cada uno a lo suyo, no sé si con esta indiferencia y este dejo de insensibilidad de la que dan cuentan los que dicen que saben y echan a correr las historias, lo cierto es que si en algún cuerpo quedaba la avidez por otro, nunca se supo. Casi todos, vinieron y se fueron. Él se quedó.

La ciudad creció. A lo largo de la costanera de un río cuyo cauce que era, generalmente manso, había sido uno de los motivos de la elección para la fundación, se codeaban altas moles de vidrio y acero que presumían de etéreas a pesar de sus tamaños. Ahí se desarrollaba la vida comercial, las fábricas modernas estaban al norte, y al frente, cruzando un puente de trazado elegante, los barrios exclusivos de casa claras y vidriadas, se agrupaban sin apretujes, rodeadas de parques.

Él que había diseñado muchas, no vivió en ninguna de ellas, nunca se fue del hotel, no de éste en el que ahora se encontraban escuchándolo, sino el más tradicional del lugar, el primero al que se mudó desde una de esas viviendas inaugurales que nacieron condenadas a desaparecer.

Algunos cuentan que en otras ciudades los que emigraron hablan de él. Dicen que dicen que una de aquellas muchachas se enredó en sus sábanas por más tiempo. Que parece que se habían enamorado. Que no había en ella nada especial, no por lo menos a la vista de los demás, excepto una mirada miope que la obligaba a entrecerrar los ojos azules como enfocando, cuando le hablaba a alguien. Que un buen día ella se cansó del mismo lugar y del mismo hombre y, sencillamente, se fue y que a él se lo vio triste. Pero a decir verdad, nadie creía en eso. Estaban convencidos de que no era hombre de sucumbir a amores ni siquiera transitorios, estaban acostumbrados a verlo tomar decisiones que ejecutaba con serena firmeza y que nadie discutía, porque, después de todo, siempre resultaban convenientes, para la empresa y para la comunidad. No es que la firmeza en la ejecución de los planes esté reñida con la posibilidad de amar, lo que sostiene la opinión de los incrédulos es que esos proyectos habían sido llevados a cabo, contra viento y marea aunque se fuera en ello la vida de algunos extranjeros que osaban oponerse en resguardo de derechos no declarados. Y como lo dicho no encierra metáfora alguna sirve para sostener la hipótesis de que el hombre era el dueño de un corazón duro

La mañana del acto en el que estaba diciendo esas palabras, habían llegado periodistas de la región y de la lejana capital. No era tan importante el suceso, menos aún para los que no habitaban la ciudad nueva. El aniversario numero treinta de la población no hubiera ameritado la presencia de la prensa si no se hubiera corrido la voz de que ese día se haría un anuncio importante para el país y para el mundo durante el desarrollo de la conmemoración.

Nadie, de entre los muchos que se apretujaban expectantes en el salón, vio lo que la luz que filtraba por el ventanal y que caía en un chorro prepotente sobre su perfil, ayudó a ocultar. Yo, que estaba a su derecha porque debía asistirlo dada mi condición de secretaria ejecutiva en la compañía, veía con claridad, que el esfuerzo que hacia por disimular su malestar, anímico me decía a mi misma, le marcaba una línea tensa en la frente.

Ahora estaba diciendo que esas pocas palabras eran el resumen del resumen, que esa placa que acababa de descubrir él mismo acompañado por el joven intendente de la ciudad y en la que se leía: • En el trigésimo aniversario de su fundación a la ciudad que pensé y en la que después viví”, era todo lo que tenía para decir.

El trasluz me dejó a la vera de una lágrima que se rompió en colores y entonces ví, en esa gota diminuta, al hombre volviendo de sus viajes cabizbajo, sus mañanas amanecidas en la empresa, su permanente actitud de búsqueda, las viejas fotos del lugar dónde ahora estaba el puente, las repetidas exploraciones en diarios, informativos, Internet , un terreno señalado con una cruz en el plano del pueblo, frente a la costanera, el proyecto de una casa nunca hecha.

Después, repuesto de la emoción presentó a Natalio Zanbruno, un doctor en biología, cuya solicitud de beca a la fundación que presidia mi jefe en nombre de la empresa, había sido tan insistente, que le había sido otorgada. El joven científico no había abandonado para la ocasión el largo guardapolvo blanco, que usaba en el laboratorio, aunque a decir verdad, tampoco se despojaba de él cuando atravesaba las calles con un andar que tenia algo de familiar, aún cuando apenas lo conocimos, o en los escasos momentos en los que se concedía un descanso recostado sobre el césped del terreno en el que estaba el edificio del departamento de investigación de la fundación. El breve espacio de tiempo que medió entre la presentación y el arribo del muchacho al estrado, me permitió recordar cómo había revolucionado a las mujeres del pueblo la llegada del capitalino. Debo incluirme entre las que pensamos que el forastero era una alternativa sentimental, pero eso fue antes de que descubriéramos que nada le interesaba fuera de su área de trabajo y andaba siempre envuelto en un aire extraño, como quien camina por lugares desconocidos con la certeza de que no lo son y busca la causa de la sensación rara, pero nada novedosa.

El científico estaba de pie frente al micrófono, entrecerrando los ojos azules, de mirada miope clavó la vista en el hombre y se dispuso a anunciar. Yo me distraje en seguir la mirada y percibí que el fundador contrajo los músculos de su cara en la que la lágrima persistía. Repentinamente su postura cambió, algo casi imperceptible señalaba en la comisura ahora distendida de sus labios y en los hombros menos erguidos, que estaba cansado. Yo podía adivinarle un cansancio del que no se repondría a la mañana siguiente. El cansancio que deviene de los intentos de justificar el rumbo de una vida y noté que tenía miedo, como si esa sensación de incompletud que parecía haberlo abandonado, lo dejara desnudo de intenciones para seguir. Habían pasado unos minutos cuando volví a la voz y me di cuenta de que estaba terminando de explicar:“una sola gota de sangre bastará, y ya no habrá padres desconocidos ni hijos ignorados. Ya no.”

Mientras se mezclaban los aplausos cerrados, y el arrebato de los periodistas, los fogonazos, las cámaras disputándose los primeros planos, recordé las mañanas en que mi jefe y yo misma habíamos contribuido a la investigación, cuyo objetivo no teníamos en claro,(para eso había un comité académico),donando algo de nuestra sangre, “_unas gotitas_ solía decirnos el muchacho, sin mirar a nadie en especial _en sólo una gota todo está explicado.

Ana María Elia

1 de marzo del 2010

martes, 23 de marzo de 2010

Ausencias

Anduve revolviendo calendarios
en un empecinado intento
de descubrir regularidades
en mis reestrenos de ausencias.
Nada. Ni rojos, ni negros
ni años pares o impares
ni bisiestos
ni de eclipses solares o lunares.
Se dan porque se dan.
Algunas las impulso
las empujo y dejo en ello tristezas que no nombro.
De todos modos, ésas se anulan con dos palabras
una llamada
un movimiento hacia
porque no se plantean en los corazones. Jamás.
Otras se van volviendo definitivas
y no hay para ello domingos ni feriados
se construyen de constancias.
Y en ésas he dejado reclamos desoidos.
                                  Ana  (Recién otoño)



viernes, 18 de diciembre de 2009

Insomnio en msn

Con Rodo se encontraban en la madrugada.
Sabía pocas cosas de él , que era rosarino, que amaba a Inés ,su compañera, como la llamaba siempre, definiendo con ese solo término que era la parte que completaba su vida, pero seducía, según contaba, a la que podía, y que se desvelaba , casi siempre a la misma hora que ella, cuando cuesta definir si empieza el día o falta tanto para que amanezca que se sigue diciendo mañana y ya es hoy.
Ambos despuntaban el vicio de escribir. Ella no había leído sus historias pero las presentía debatiéndose entre la divertida humorada inteligente y la tristeza enmascarada que había que descubrirle. Se entretenían en diálogos que les parecían inteligentes, y jugaban con la sutileza intangible de las palabras que se escapan libres del pudor de las miradas o el encierro de los gestos. La mujer sabía que su vigilia de las tres de la mañana se encontraría con su nick activo en el msn.


Rodo dice: Hola, ¿cómo estás?
Lucia dice: Dándole patadas al insomnio.
Rodo dice: Ésa no es la estrategia, enamoralo.
Lucía dice: ¿Te parece? Pero si lo enamoro no me abandonará...
Rodo dice: Tal vez no, pero se dormirá con vos, no resistirá la tentación de hurgarte los sueños. Es celoso.
Y la charla seguía interminable, chispeante, con visos de filosofía de café y mucho de intimismo de rinconcito virtual. Finalmente, el insomnio caía derrotado, exactamente un rato antes de que el despertador implacable, llamara.
Un jueves de agosto, antes casi de comenzar el debate trasnochado y apenas terminaba de contarle una leyenda que sustentaba una teoría acerca del origen de las brujas, que le había arrancado francas carcajadas y que ella pensaba en propagar, leyó:
Rodo dice: Me voy a España, para siempre. Definitivamente.
(Tiene la costumbre de ratificar las cosas, asevera siempre doblemente, como si necesitara convencerse de que es cierto lo que dice)
Rodo dice: Me voy en estos días. Inés y los chicos se van en diciembre. Voy a trabajar de carpintero.
Ella se acordó de su fascinación por la madera, de las charlas en la que le decía, entre historias de mujeres seducidas, que recordaba especialmente a una que tenia el alma de árbol.
Lucia dice: ¿Blanda?
Rodo dice: No, noble, resistente y maleable, refrescante y tibia, rumorosamente silenciosa y siempre dispuesta a que mis manos la acariciaran, le dieran forma.
Esa madrugada le dijo que tallaba la madera, que enredaba sus cuentos en el rincón de un taller claro con aroma a bosque.
Cuando se fue a Europa, hubo un tiempo en que su mujer y los chicos, dos adolescentes, esperando la fecha de su viaje, ya no vivían en el departamento , que había sido vendido para costear la decisión, deambulaban de casa en casa de familiares y despojados de la PC casi no se conectaban a la red, entonces, casi su única interlocutora era ella.
Sus insomnios andaban desencontrados, pero en todo caso se encontraban en el afecto y en el decir.
Rodo dice: Extraño. Todavía hace calor. Hoy fui al mar. Topless, topless.
Lucia dice: Largaste el insomnio para vivir un sueño!
Rodo dice: Una pesadilla! No doy el perfil, nadie me mira.
Y entre risas y comentarios, le bancó la nostalgia inaugural, la urgencia por la llegada de los suyos, hasta el último momento cuando le decía que tenía ganas de emborracharse, justo la noche en que viajaba a Madrid a esperar a todos.
Después se encontraban de vez en cuando, en algún espacio entre el trabajo en Barcelona y el atardecer argentino.
En uno de esos momentos, en que retomaban la charla, como si no hubiera sido interrumpida, él habló de un temor que se le hacia recurrente, aquí, en su suelo, el de volver a ser el pato de la boda.
Lucia dice: Lo fuiste?
Rodo dice: La Chabela me llevó a Coronda, Estuve cinco años desaparecido.
De un golpe asombrado ella entendió lo del insomnio. ¿Cómo habrían sido los de entonces?
¿Cuántas veces habría intentado hacerle el amor, para que se rindiera y le amordazara el miedo y la angustia? De cuántos recuerdos de la infancia, tan cercana, estarían pobladas las madrugadas? ¿Qué amor desesperado habría dejado?
¿Cuántas veces habría elegido la vigilia para que su sueño no fuera sorprendido por la tortura?
Su loco amigo entre la impiedad y el miedo.
Su creativo querido, amenazando, desde sus ideas brillantes a una patria mediocre.
Su cómplice locuaz, tapando sus oídos para escaparle a los gritos de los otros y apretando los dientes para amortiguar los suyos, o aguzándolo, para escuchar pasos malamente sigilosos
Su compañero desvelado tal vez le temiera al silencio, todavía.
Su amigo, el que ríe con sus historias, el que, desde una España en la que estrena un invierno en diciembre, trata de explicarle que está bien , que todo es fantástico, que están acostumbrándose, que ya habla catalán, pero que tiene unas ganas locas de cualquier vereda de Rosario.
Rodo dice: Se extraña, negra. Se extraña hasta el quiosco de la esquina, y las minas /se me escapa el alma cada tarde a la Argentina. Vengo de rimas ¿no?
Rodo que hace un rato escribió.
Rodo dice: ¿Sabés? estoy pensando. No enamores al insomnio, Si no, tal vez debas echarlo de tu cama alguna noche. Mostrale indiferencia.Para que se humanice.


                                                                                                      Ana María Elía
                                                                                                     Febrero de 2002

martes, 13 de octubre de 2009

ENCAJES

Había pasado la tarde anterior, pensando en la cita. No se trataba de un encuentro cualquiera, sino de uno planificado con mucho tiempo de anticipación, hacia meses que sabía el día y la hora , sin embargo sólo ese miércoles de agosto , comenzaron a preocuparla asuntos en los que había evitado centrar su atención. Salió a la calle desafiando al viento de la tarde, parece que se instaló para siempre, pensaba. Mientras arremetía también contra el frio, se calzó los guantes que encontró casualmente en un bolsillo del abrigo que había descolgado del perchero sin elegir demasiado, espero tener las uñas secas, se dijo,le había llevado tiempo arreglarse las manos y los pies, debía ser cuidadosa con los detalles. ¿Por qué no había cancelado el encuentro? Lo había pensado más de una vez, pero sabía que eso sólo implicaba una postergación pueril y hasta peligrosa. Respondió con desgano al saludo amable del vecino con el que intercambiaba diálogos de contenido meteorológico desde hacia mas de veinte años, hoy debería decir qué frío y seguramente recibiría por respuest , lo terrible es el viento, pero no tenía ganas.
Estaba molesta, no le gustaba esa sensación de incertidumbre que le daba vueltas por ahí, tampoco sabia si en la garganta o en el estómago. Tranquila, se dijo, y prestó debida atención al cruce de calles, después de todo vivían acusándola de distracción y no iba a darles el gusto, no por lo menos ese día ,de que le dijeran _viste? siempre te decimos, se entretuvo discurriendo en que tal vez,, si la atropellara un auto el susto de tener que ir a buscarla lastimada a algún sanatorio del pueblo les hiciera ahorrar el comentario,
Casi sin darse cuenta llegó a la lencería, siempre le había parecido exagerado el Lengerie que atravesaba la vidriera y no le gustaba el rosa intenso de las paredes, pero no había muchas opciones y la dueña era la hija de una vieja amiga que siempre la atendía con paciencia.
Acompañó el saludo de una sonrisa forzada y sin demasiado preámbulos, explicó lo que necesitaba , un conjunto de bombacha y corpiño y ahí entendió el motivo de la sensación que le navegaba por el cuerpo, le gustó lo de navegaba , porque la falta de certezas la recorría ahora de pies a cabeza. ¿Qué debía elegir? ¿De qué color? Su propia pregunta coincidió con la de la vendedora , ¿De raso?, ¿Lo querés con encaje?. No lo sé, contestó francamente, lo que resultaba raro, sobre todo en alguien que, como ella no tardaba en decidir lo que quería cuando de ropa se trataba. ¿Cuál convendría? El color “piel” tal vez fuera el mas adecuado, los otros blanco o negro probablemente resultaran demasiado llamativos, además no debían tener brillo, no mucho, pero de algodón tampoco. Finalmente acordó en que debía ser algo sobrio, pero no exento de algún detalle de buen gusto y hasta un poquito osado. Examinó uno de los que le ofrecían, el reborde de encaje sobre el raso de brillo tenue en ambas pendas estaba bien, las texturas combinaban y el color era un beige que apenas destacaba sobre su mano Lo compró. Cuando guardó la caja en la cartera, estaba aliviada, segura de que había decidido bien. Si su vecino estaba en la vereda es probable que entablara el breve intercambio de siempre, le había parecido que el hombre, un viejo farmacéutico jubilado ,había quedado desconcertado por el saludo incompleto.
Para cuando llegó a la esquina de su casa, excusada de la obligación de todo saludo pues la vereda estaba vacía , se dio cuenta de que el alivio había sido momentáneo, la mezcla de angustia y miedo persistían . Mañana a esta hora, pensó.
Era esa hora de mañana cuando llegó. No hubo mucho espacio entre el saludo y el acto de quitarse el corpiño que ahora estaba tirado casi al descuido ,despojado de todo encanto, sobre una banqueta baja , lugar al que también irían a parar las bombachas recién estrenadas , que ya se estaba quitando mientras las piernas le temblaban. Hacia pocos minutos el ginecólogo le había dicho, pase al baño, quítese toda la ropa, colóquese la bata abierta hacia adelante y vuelva.
Ana Elía
Agosto de 2009

martes, 29 de septiembre de 2009

MOMENTO

Un extraño reloj
señala horas que no son
y
se confunde con los rojos
de un calendario
que no respeta el tiempo
estoy quieta.
Tengo quieta la mirada
en el espacio exacto
que ocupa
tu cuerpo
que también está quieto.

sábado, 25 de julio de 2009

Extranjera

Me extrañan los silencios
soy extranjera
cuando faltan las palabras.
No sé qué hacer con los paréntesis
y caigo en el desvelo
de llenarlos de penas.
Si se me ocurriera otra forma
libraría a su suerte
mi trabajoso empeño de esta noche.

fines de julio de 2009

jueves, 16 de abril de 2009

Herido de sauce, pino y rio
sobre la arena tibia
a la vera, justo, de la somnolencia
cae el libro,
derrotado por la tarde.

abril de 2009

miércoles, 25 de febrero de 2009

Cambià de historias

_Lei lo tuyo._la frase me sorpendio cuando habia puesto un pie sobre la Independencia para cruzarla en diagonal , como no se debe. Me di vuelta, era Gòmez, el flaco Gómez, no lo conocia demasiado, pero como todos en mi ciudad , no podia imaginarme el cafè de esa esquina sin su larga presencia , que mudaba de afuera hacia adentro según la estación. La tardecita de enero, o la prohibicion del cigarrillo ,o ambas, lo condenaban, ese dìa, al exterior. Desde su mesa solitaria me habia hablado. Dudè en volverme ,pero la carne es dèbil y que uno màs hubiera leido mi esquelético librito de reciente publicacion , pudo con mi vacilacion , si la hubo.
Que mina triste _ agregò_ sentate.
Cómo? _le dije_mientras arrimaba una silla y daba por tierra con mis pruritos.
Sì, vos, que mina triste_repitio con una seguridad que no admitia réplicas_nunca una buena en tus historias .
Mirà - le dije-intentando una amabilidad a la que me obligaba la buena educaciòn, y que estaba lejos de sentir _ las cosas no me pasan a mi, sino a mis personajes.
Mmmm_y revolvio el cafè con aires de filosòfo alicaído _sin embargo…_y dejó la cucharita sobre un plato , en el que tambièn estaba apoyado su cigarrillo a medio fumar , la ausencia de una etiqueta y de bolsillos en su remera me hizo suponer que ése provenía de la generosidad de alguien que habìa pasado, sin dudarrlo hundi los mios en la parte mas profunda de mi cartera.
_Estás equivocado. No voy a discutirte que hay alguna cosa mia, es decir que deviene de mis experiencias, en los cuentos, pero, lejos de lo que vos decís , yo…_ me interrumpì, no iba a decirle a un extraño, que, despues de todo ( después de qué?), yo me sentía gloriosa en el amor y en la vida.
Mirá_seguia, acariciandose la barba descuidada y con el tono mesianico con el que habia iniciado la conversacion_yo podria contarte tanto_y sin esperar ni el menor gesto de atencion empezó, no se si para mí o para él _ mi primera novia era del barrio Cihacarita, teniamos quince y yo le compraba conjuntos de ban lon _ te acordàs? _ si, me acordaba _si habré gastado, al final se quedó con mi primo , iban juntos al secundario y una cosa trajo la otra.
Movio el pocillito en un movimiento exasperante , como para reunir las últimas gotas del café frío, lo bebiò, y siguio ante mi silencio, que esa altura no sé a qué obedecía_ Después me fui a Mendoza un tiempito , ahí me enamorè de una morochita, muy linda piba. Ella tambièn me queria mucho , pero se metieron los viejos, ¿viste como son esas cosas?_sì, habia visto_y al final la convencieron.
Sin dudar de que iba a seguir el hilo de su relato , entornó los ojos y ensayando una mirada de tanguero en desgracia, siguio como si nada_ Después estuve un tiempo solo hasta que se me cruzó Beatriz , que metejon , que metejón.¿Tenès un cigarrillo?_ No. No tenía Eso no lo amilanó _Con ella me hubiera casado , habia empezado a hacer algo en un terrenito de mi tìa , pero no sè, nunca supe bien , un día empezó con que no estaba segura, que le diera un tiempo y se fue a trabajar a Cordoba , le habian conseguido un traslado en el mismo banco , el gerente se iba y la queria de secretaria, era capaz, muy capaz_decia mientras encendia un cigarrillo que le habia pedido al mozo.
La pausa me daba el tiempo justo como para levantarme, sin embargo , como adivinando mi intencion, agregò_ahora no hay nada serio , no es que no haya nada de nada ,_añadiò como para dejar a salvo el orgullo _ uno picotea , pero con esto de que cuido a mi vieja no es fácil, las mujeres no entienden , son bichos raros, eh?
_Nosotras? _ me puse el bolso al hombro como para no dar espacios, me levantè , acomodé la silla y reuniendo los atisbos finales de una paciencia que me es ajena, concluì_ rarisimas.
Mientras repetìa el trazado de mi cruce de calle, escuché_Chau, che, muy bueno lo tuyo, pero triste, eh?

miércoles, 28 de enero de 2009

No es cuestión de calendarios

Miraba fijamente el almanaque. El año nuevo le anticipaba sus rojos de domingos y feriados , en una loca jugarreta de futuro ya predicho. Debió acercarse para leer que decía Farmacia Italiana, tan poco veía? Se detuvo en la imagen...El almacén. las caras contorsionadas de Molina Campos, de un sacudón la instalaron en la infancia.
Casi escuchó voces y sintió olores, esa loca memoria suya actuaba por impulsos y casi no había imágenes , sí, sonidos, risas devenidas de alguna broma dicha de paso , mientras lenta e inexorablemente los tíos y los primos asistían a la fiesta del asado, convocante ,dorándose a la lumbre de brasas que se iban enrojeciendo con la noche.
Y otras voces, las de las mujeres que cruzaban comentarios, mientras las pulpas de los duraznos y las naranjas eran un festín de jugos que anunciaban la ensalada de frutas, infaltable.
Cuando sonó el timbre se sobresaltó, del delivery venían con la entrega, nada de manos endulzadas.
Darío llegaría tarde y los chicos habían anunciado que pasarían solo a brindar.
Cuántas veces habían levantado la copa y se habían deseado felicidad rodeando la mesa en la que casi no cabían los platos , ella siempre miraba las caras algo desesperanzada de los mayores y no entendía....claro a ella le urgía la adolescencia , ya miraba al que sería su hombre, mientras un calor extraño la recorría y le hacia tomar conciencia de su cuerpo con el que todavía no estaba demasiado segura de qué haría. Después hubo otras muchas fiestas, en la que los llantos de los chicos eran señal de vigilias alargadas para esperar la media noche , las corridas, eran presagio de saludos alegres y sinceros.
Eso fue hasta que se descubrió levantando la copa en cada diciembre, deseándose con su marido lo que sabían no llegaría con el año nuevo , ni con reyes ni con...nada.
Se miró las manos, debía arreglarse las uñas. Iba a ponerse algo especial que tal vez lo asombrara, seguramente le diría:_que se te ocurrió? Y ella en su fuero íntimo ,en ese corazón que no salía de su asombro, porque había retomado aleteos y saltos ya inusuales, sabía que estaba lista para otro encuentro, esperaría a que él se durmiera, no le costaba demasiado, habían terminado hacía muchas noches las esperas anhelantes por el silencio necesario para el amor saboreado, de vez en cuando los cuerpos se tocaban , las almas hacía tiempo que andaban separadas, cuando él se durmiera....se sentaría a la computadora, entraría a la red y esperaría a que su nick en azul le destellara en las pupilas...y volvería a escribir” hola amooorrrrrrrrr, en ese código de palabras alargadas que quieren decir lo que las voces no pueden...FELIZ AÑO NUEVO...y con inmenso dolor, sabría que ambos volverían a sus camas, a amanecer con otros,
Cuando sintió las llaves en la puerta volvió los ojos al almanaque....2002....Dios, tenia mas de 50 años y el corazón brincándole en el pecho...saludó al recién llegado, esperó a que e entrara a ducharse y no resistió,se conectó. abrió el icq..un sobre titilante le desbordó las ansias, leyó.”Esta noche no puedo. Un beso”.
Cuando apagó la PC su mirada tropezó con el almanaque , pensó en tirarlo , desechó el pensamiento y corrió al dormitorio, intentaría contener las lagrimas , se miró al espejo y descubrió los ojos de su madre y de sus tías y de todas las mujeres “viejas” de sus navidades de niña_adolescente, estaban ahí, todas juntas agazapadas, anunciándole un brindis que sabía de memoria...
La devolvió a la realidad la voz: -Buena idea la de las láminas de Molina!!! Te acordás?.
_Si, me acuerdo, y le alcanzó la camisa en un gesto tan repetido que ni siquiera necesitaba ser pensado.

sábado, 20 de diciembre de 2008

AÑOS Y ENCUENtROS

(Por tantas disquisiciones acerca
de fechas)

Sucede
Son precisos el tiempo y el espacio
Y entonces, acontece
La espera se disuelve en una brevedad
que sin embargo sacia
Y se funden inicio y despedida
Un recorte de la vida
Que es la vida misma
Y que terminando, anuncia .Es necesario celebrar.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Trapecio

Era perfecto. Desde su cama lo veía. Mejor dicho, desde la cama. Eso sí, bastaba con girar levemente la cabeza para que se rompiera.
Los lados que limitaban el trapecio estaban formados, tres de ellos, por el marco de la ventana y el superior por la base de la persiana, bajada hasta la mitad. Dicho así, debiera tratarse de un rectángulo, sin embargo no lo era. Lo cierto es que el plano comprendido entre ellos, ese día era gris. El gris del cielo. Lo atravesaba una línea negra ¿un cable de teléfonos?, que, curiosamente lo dividía formando otra figura igual, o parecida. Había pensado, “plano”. En realidad el espacio era tridimensional, sin embargo, visto desde allí, había perdido el volumen. Estaba perdiéndose en disquisiciones era voluminosos el cielo? ¿Era una entelequia? En todo caso era un recorte plomizo de cielo. Debajo, él lo sabía, estaba Buenos Aires. Podrían ser las nubes de Córdoba, de París, de Madrid. Pero, no. Eran de Buenos Aires. Después de mirarlo durante horas, podría distinguir ese trozo de cualquier otro, visto desde cualquier otra ventana de un departamento de un quinto piso, en un día como ése, sombrío, de cualquier lugar del mundo.
Se movió y rozó la piel tibia, pensó que pensar eso era un lugar común, pero cómo decir del calor de ese cuerpo que se deshilachaba en sueño al lado del suyo? Le buscó la sonrisa dormida con la que la vio volverse hacia el otro lado, hacía apenas una horas.
Le besó el pelo de un castaño sedoso que siempre “le hacía cosquillas en la nariz”, le dibujó el contorno de los ojos con la yema de los dedos y la escuchó ronronear con ese murmullo por el que él era capaz de dejarlo todo.

Dónde había dejado el calzoncillo? Seguramente andaría por el piso y había sido agredido por el gato que lo odiaba. Lo buscó, se lo puso y fue hasta la cocina. Como siempre la calandria, sorprendentemente citadina, andaba a los gorjeos. Se miró los brazos desnudos e inspeccionó las manchitas rojizas cercanas a las muñecas. Cuando el aroma a café lo sustrajo de los pensamientos, preparó un pocillo y se sentó en el living pequeño, encendió el equipo de música y dejó que la voz lo invadiera, el volumen la hacía apenas audible y eso le daba una intimidad de susurro a la canción, si ella estuviera despierta estaría tarareando. Sonrió.
Miró la foto. Como cada vez que lo hacía le sorprendía el parecido de los chicos con la madre, la nena un poco más rubia, es cierto, pero sus mismos ojos, el varón tenía la misma boca. Dónde estarían? No le preguntó al llegar. Tal vez ese fin de semana el padre los hubiera recogido.
Con el último sorbo de café encendió un cigarrillo y abrió la computadora. Compartían algunos archivos y podía ingresas a “Mis documentos” . Ella siempre le decía que no tenía secretos y se le había hecho costumbre guardar allí los trabajos que hacía durante los fines de semana que pasaba en el departamento. Releyó algunos mensajes locos que ella almacenaba riendo a las carcajadas y que él le dejaba cuando se iba sin poder arrancarla de la modorra en que la sumía el placer.”Nena<.Tengo unas ganas locas, con ganas de volverse cuerdas” Ése era del domingo pasado.

La había encontrado en una esquina y un aguacero repentino (otro lugar común) fue buen motivo para la charla en el café cercano.
Estoy separada hace dos años, los chicos viven conmigo, la cosa no iba más. La misma historia entre tantas.
Yo me divorcié. No tengo hijos ni tendré, no busco pareja, ando rodando de mujer en mujer y como en el tango, algún berretín se vuelve capricho obstinado y me dura un poco más. Omitió algunos datos, no le dijo que alguna vez le había costado despedirse de alguna, ni que le resultaba fácil enredarse en diálogos locos cuando las caderas eran generosas y la risa ligera. Sí le contó de su profesión de programador de sistemas, de sus viajes frecuentes al interior por razones de trabajo, de su apasionamiento por la pintura, de la pila de libros, cuya lectura completa le demandaba buen tiempo, pues las alternaba desordenadamente .Algo dijo acerca de la soledad, que no caía vencida por ningún encuentro fortuito, pero no era el caso desnudarle el alma, ahí nomás. Tiempo después le diría lo que no era, después de todo eso lo definía con más impiedad.
Seguía sonriendo cuando bajó el volumen de la música. Le palpitaba la frente. Podía recordar el tono exacto que ella había usado para hablar del recorte de su vida que le dejó conocer ese día _Lo mío no es muy interesante. Tengo un buen trabajo, dos chicos que me requieren mucho, un ex que ahora me tiene cariño, padres maravillosos que viven en la provincia y una soledad a la que no le gusta pensarse mucho. La escuchó reir por primera vez cuando agregó _Y no soy de berretines.

Ahí y entonces le conoció la costumbre de doblar, hasta que el reducido trozo de papel lo permitía, los sobrecitos vacíos de azúcar, que acomodaba prolijamente al lado del pocillo. Después, había aprendido que acometía con ese empeño otras muchas acciones, como la de llevar un registro exhaustivo de sus gastos en una lista prolija que comenzaba a sumar concienzudamente después del quince de cada mes. _Son viejas costumbres familiares, fruto de una economía que siempre nos tenia al borde del riesgo__le decía. Él sabía, no hacía falta demasiada perspicacia, que se trataba de ordenar la propia, no exenta de riesgos parecidos.

La cola del gato le rozó la pierna, lo alejó fastidiado. Le molestaba la mirada del animal. Siento que me acusa _le decía .Ella reía _De qué? Estaba seguro de que volvería a pensar en eso.

Nunca más dejaron de hablar. No mucho después empezaron a tocarse en noches enteras de insomnio que no pesaba y un buen día la cama tenía la formas de ambos y él dejaba su perfume en el placard.
Durante ése tiempo, ¿cuánto hacía? ella lo había asombrado muchas veces: cuando canturreaba en el subte o se volvía, repentinamente, para comprar un ramito de jazmines, casi siempre mustios, a los que olía con gesto concienzudo, para ponerlo, apenas unos metros después, en el bolso, dónde permanecía hasta que algún otro objeto perdido y con mayor necesidad de ser recuperado, lo volvía al exterior, amarillo, esquelético y olvidado. Cuando él la sorprendía en esas circunstancias, ella se ordenaba el cabello, intentando dar un dejo de sensatez a esas decisiones involuntarias. De nuevo la mueca de la sonrisa. Pensó que ésa última expresión podría generar un larga discusión .Ella se obstinaba en raspar la corteza de las palabras, _si hay decisión, hay voluntad, le diría. Casi podía escucharla.
Amarla fue un acto involuntario, sin embargo estaba seguro de que nunca había decidido algo con tanta fuerza.

Se incorporó a medias, el mareo matutino se le había vuelto familiar.
Se dirigió hacia el baño, se duchó y frente al espejo se miró los ojos cansados, enrojecidos por la fiebre nocturna que disimulaba siempre, y la barba de días. Evitaba afeitarse, y eludía la respuesta cuando ella le preguntaba el por qué. Justo debajo de la boca, hacia la izquierda vio la sombra rosada de otra mancha.
Volvió al dormitorio. En el pasillo lo acusaron los ojos del gato.
Ya en el cuarto bendijo el descanso profundo de la mujer. Dormía enredada en las sábanas, al amparo generoso del sueño, que sabe a liberación_ como la muerte_ pensó casi en voz alta, pero de cuya transitoriedad tenemos la certeza que nos impulsa al abandono.
Sabía que ese día ella desearía no haber despertado.
Lloraba mirando el mediodía. Lloraba cuando dejó el reloj pulsera sobre la cama.
Seguía llorando cuando abrió la ventana y de un salto rompió el trapecio gris de un cielo de domingo en Buenos Aires.

Ana. Mayo de 2004(más un largo trabajo de aceptación y modificaciones hasta el 2006).

viernes, 17 de octubre de 2008

De hipocampos y bichos caseros

De hipocampos y bichos caseros

Se estaba replanteando todo. Habría que determinar que es todo, refunfuñó por lo bajo. En realidad en lo que pensaba, a nivel de análisis casero y exento de pretensiones, era qué carajo le pasaba con ese asunto de su permanente disponibilidad en cuestiones de amor. No se malentienda, no quiere decir esto que estuviera siempre abierta a proposiciones de ningún tipo, de hombres ni de honestidades, que por otro lado no sobraban (ja!) para nada, al contrario, era tirando a hipocampo, (ya se ocuparía de remozar su conocimiento acerca del mentado bicho ), al modo, siguió pensando, de los que eran fieles hasta la estupidez.
Cuando quería, quería, así, sin medir consecuencias, hasta que las consecuencias se le hacían arrugas en las comisuras de los labios o se emberretinaban en lágrimas que le daban más bronca que alivio. Como ese día había llorado era el momento de la introspección, en términos antiguos, o el inside para decirlo de manera más acorde con el lenguaje que la asaltaba desde los medios capitalinos, tan propensos a relojearse apenas, y en el mejor de los casos. Retomando, pensemos, se dijo; y decidió enunciar una serie de preguntas y para escapar a la tentación de no contestarlas, tomo birome, un trozo de papel chiquito, no fuera cosa que se le ocurrieran demasiados interrogantes, y a la orilla de un mate que se enfriaba casi con solemnidad, como la situación lo requería, las anotó, pergeñando un test doméstico y encima pueblerino, que se empeñaría en redactar en tercera persona, como si no le estuviera destinado:
Cuántos hombres tuvo en su vida?
Enumere tres causas por las que se enojó frecuentemente con cada uno.
Haga un listado de las cosas que hizo para agradarles.
Repita, pero con las cosas que ellos hicieron para agradarle.
Qué le sugiere la palabra concesiones?

Las lágrimas no le dejaban ver el papelito que no dejó, cuando escuchó el teléfono. Se levantó apurada, tropezó y casi se cae, sin encender la luz del dormitorio, descolgó a tientas, mientras se sentaba sobre la cama masajeándose el tobillo, que daba cuenta de sus impulsos, dijo “hola” y dejó los anteojos que traía en una mano, sobre la mesa de luz, que estas haciendo? le dijo Maru , amiga del alma , un test , le contestó , del otro lado sonó la voz divertida, de inteligencia? , hizo una pausa, no, de boludez , y qué tal el resultado? , se apoyó sobre los almohadones, descalzándose para recostarse, vos sabes que soy una tipa inteligente así que el resultado está cantado, se rió y se dispuso a seguir una charla que sabía prolongada.
Anduve a mil, le decía la amiga, al final Santiago viajó por lo de la venta de aquel terreno de Río de los Sauces, y vos sabes lo quisquilloso que es con la ropa que quiere llevar, y ya se que lo tengo mal acostumbrado y todas esas cosas que me decís siempre, pero para cuando di en la tecla con las corbatas y las camisas estaba extenuada. Mientras abordaba la trabajosa rutina de encender un cigarrillo sosteniendo el tubo con la cabeza y el hombro, y sin soltar el trozo de papel, pensaba en el marido de la amiga, que había envejecido conservando la barba de siempre y arrastrando una fama de don Juan, que mantuvo a fuerza de bajar sus aspiraciones en función de mujeres, de las otras no tuvo nunca. Además, seguía Maru, quise aprovechar para hacerme tintura, cada vez me resulta más difícil un lugar para eso en la semana, cuando salgo de la empresa ya no tengo ganas y menos tiempo. Esa andanada verborrágica e ininterrumpida, le ahorraba el esfuerzo de acotar y le daba tiempo para recordar a una adolescente creativa y lúcida que proclamaba un destino de pintora mientras ensayaba retratos en carbonilla del chico del instituto de la Colon, el de barbita, viste?
Ayer llamo Sebastián, seguía con la voz engañosamente fresca y el discurso acelerado, viene el viernes, con los chicos, la madre rinde así que quieren dejarla tranquila .Encontré una vieja receta de merengues flotantes, y tendré que hacerle una torta de hojaldre a Santi que llegará rendido, y vos? Pregunto como si de pronto se acordara de su presencia al otro lado del teléfono, Cómo estás? Te envidio, no tendrás la casa llena el fin de semana, ya sé vas a salir un poco. Le causó gracia, le preguntaba y cedía a la tentación de dar ella misma las respuestas, previsibles, por otra parte.
Yo? Bien! contestó, y arrugó el papelito que todavía sostenía , trabajosamente , en una mano.

¿METAFORA?

Era casi verano. El sol de la siesta caía a pleno y a plomo sobre el patio, cuyo techo que ahora es realidad, por aquel entonces era discusión, por la falta de recursos y el miedo a escamotearle luz a los juegos y a las aulas. Yo salía al recreo desde la dirección, convocada por el timbre y por los sonidos, (voces, música que intentaba ofrecer alternativas a los empujones y a las corridas), y me sumaba a la vorágine que duraba diez minutos de reloj, cien de los otros.
Intentábamos, con las maestras una charla “a los saltos”, mientras caminábamos, nombrábamos, escuchábamos reclamos insoslayables, controlábamos los baños que se convertían en espacio atractivo para las escondidas conflictivas y por si eso fuera poco, pretendíamos mantener el equilibrio que pondría a salvo nuestra humanidad, entre carreras veloces, que humedecían los cabellos, abrillantaban las miradas oscuras y teñían de rojo los “cachetes” de los chicos.
Todo eso que resultaba tan complicado para cualquier persona ajena a ese ámbito, era para nosotras, maestras de una escuela pública de una barriada popular, la evidencia tangible de que nuestros nenes, estaban sanos, y que a la hora del juego no sabían de pobreza, ni de abandonos familiares, ni de “trayectoria escolares frustradas”, y nos daban señales de que eran competentes para la alegría.
Resulta inevitable que en ese contexto, el silencio y la inmovilidad alerten, por eso. cuando vi a uno de segundo, sentado, solo , con la cabeza baja , apoyado en contra de la pared de una de las galerías , me le acerqué y le dije _Qué te pasa? ¿Por que no jugás?
Levantó los ojos y contesto_ Porque tengo el cuerpo lleno de lástima. Todavía me acuerdo que me contó acerca de una abuela muerta unos días atrás, pero sé que yo, que ando en permanentes encuentros y desencuentros con las palabras que a veces me sobran y otras tantas me faltan, tuve la certeza de que nunca, nadie, había definido la tristeza con esa contundencia. Él estaba descubriendo que no hay dolor en el alma, que la pena se siente en el estómago, pesa en los brazos y duele en los ojos. Todavía puedo verme acariciándole la cabeza y diciéndole lo que sé a fuerza de pura vida _ Ya se te va a pasar, y agregué_ Alguna vez me vas a prestar esto para un cuento.
Ana Maria Elia
Octubre de 2008

miércoles, 2 de julio de 2008

Aqui estamos
contradictorios y urgentes
en el debate íntimo, diario
que alimenta y desangra
en la esencial paradoja de la vida.
Estamos,
repetidos e inaugurados
milagrosamente.
atravesados por reiteraciones
y asombrados siempre,
Estamos
a modo de antítesis,
estamos.

jueves, 3 de enero de 2008

SIN ABUELA

Sin abuela
Todo escritor/a que se precie ha escrito algo sobre sus abuelos. Rebusco en mi memoria Mala suerte la mía! Una abuela argentina, apenas hija de inmigrantes.
Nada de gloria , ni de penosa travesía transoceánica. La pucha! Mi abuela Ana. ¿Qué decir? Me heredó el nombre, algo acuoso en la mirada, la estatura escasa y una tenacidad que no sé si le sirvió de mucho, y a mí, no sé de cuánto.
Me cansé de pensar. Me saco los anteojos, miro por la ventana. No había hermanos olvidados en países extraños, en la historia de mi abuela. Las que tenía habian enriquecido merced a matrimonios convenientes y andaban por ahí.
Cuando se volvía nostalgiosa era porque sí nomás. No porque extrañara su adolescencia arrastrando sacos de maíz que atravesaban de modo raro su entrepierna. -Tengo “pecundria”- decía para explicar esa rara mezcla de melancolía y añoranza que suele asaltarnos la palabra extraída de no sé que dialecto-piamontés ,me sonaba a pájaro. De vez en cuando digo “estoy pecundriosa”y entonces vuelvo a su fantástica serenidad de mujer hermosa, madre ya de siete hijas, cuando los 24 años le alborotaban la sangre, pero...ni se le ocurría!, a ver si venía otra chinita. De cansada, le puso un solo nombre a cada una, eso sí, sonoros, Romilda y Angelita eran las “finaditas”.No se le ensombrecía la voz cuando las nombraba, hacía memoria desde una alegría que vencía a la viruela negra que les birló la vida.
-Che, no me contaba historias fantásticas, mi abuela. Sólo una, o mejor dicho un solo personaje , atravesaba sus cuentos:Guillermo, medio tonto, andaba de enredo en enredo. Años más tarde lo descubrí pariente de Epaminondas, un clásico anónimo un poco más pintoresco .Pero cuando la escuchaba, sentada en la “trapunta” que había enclavado en medio de la cocina brillante, se me abrían los ojos y olvidaba, de a poquito, la tristeza por el “abandono” de mis padres, que nos habían dejado a su cuidado para ir al baile en la Sociedad Italiana.
Ella contaba que le contaban...
Y se le escapaba la mirada. Entonces era joven y estaba vestida de sábado _cómo lo quería! Pero él sería repudiado en la ronda de ojos claros de su casa.
_Ana. Dónde estás?-la voz sonaba lejana, pero bastaba para que el beso furtivo fuera más urgente y a la carne se le sumaran temblores.
No vivió guerras, mi abuela. ¿De dónde le vendría ,entonces, la preocupación por la comida? El hambre ancestral? Quizás._Estás flaca como una saraca, y encima, negra_ decía cada enero, cuando mis concienzudas exposiciones al sol , me daban un tono ,que a mí me parecía caribeño y a ella le avivaba la animosidad contra los “morochos”.
Con él había despuntado el amor. Había desafiado en siestas breves la furia de los padres inmigrantes y por una cuestión más de tiempos que de ganas, sólo le entregó el alma.
Cuando lo encontró con la otra, se le volvió la mirada torva y el gesto amargo, sólo el tiempo necesario para aprender que “los hombres no esperan”(era su muletilla) y que había acuñado odio hacia los criollos.
Las otras traiciones le vendrían más tarde, cuando la resignación se le iba por la voz serena de los secretos dichos en piamontés.
Ni soledad vivió , mi abuela. Enviudó joven, es cierto, pero cada tarde de su vida la rodeó de hijas, yernos, nietos, sobrinas, propios y postizos, que elegían la serena y ampkia sencillez de su casa impecable para contarse historias y festejar cumpleaños y Navidades . Ella se mecía en el sillón que me disputó y ganó el mayor de mis primos, y tejía medias con cuatro agujas, en un concierto de movimientos que me hipnotizaba y que nunca pude repetir a pesar de mis intentos.
Se murió de vieja. A los noventa, creyendo que tenía ochenta._Menos mal que no “vachilo” (¿vacilo?)-decía-refiriéndose a que estaba lúcida, y mirándome me decía _¿Cómo está , señora? ¿Ya comió?
¿De qué me río? No es buen material para un cuento, mi abuela. Si al final...no tenía más que un patio grande, con jagüel y un sauce y nos cocinaba palominos en verano.
Ana. septiembre de 2002

jueves, 29 de noviembre de 2007

LOS MITOS

“Los mitos aparecen para fundamentar los nacimientos, los primeros, claro, los orígenes, hablo de los tiempos primordiales, de la inauguración misma de la explicación de los fenómenos o los hechos” _ la voz le resultaba monótona, monocorde, diría el profesor de música, ese que intentaba conservar una aire adolescente con el pelo largo y medio alborotado, y que a los cuarenta y pico, le daban más vista de descuidado que de juventud. Se acordó de Chávez, el profesor en cuestión, porque el día anterior lo había visto en la cafetería con ella, la de Filosofía, ésta de la voz aburrida. Le habían llamado la atención los gestos de él, casi agresivos, recordó que en un momento vio que la tomó de un brazo, pero había advertido, también, la firmeza de la mirada de ella, sosteniendo con convicción una causa que él , observador casual, no podía adivinar.
Además él había ido hasta allí a esperar a Mariana. Pensar en la chica le encogió el estómago. Habían establecido un acuerdo: si ella llegaba era para seguir con un amor que por adolescente no era menos intenso que otros, pero, si no iba, era su forma de decirle que ya no, que todo había terminado. Él había entrado al lugar con angustia, con esa sensación de desazón anticipada con que las tripas nos avisan las cosas. Casi ya sabía lo que sucedió después. Mariana no llegó. Fue entonces que miró hacia la mesa en torno a la que se sentaban sus maestros y vio lo que ahora recordaba.
Los mitos _ seguía diciendo la profesora, (muchos de sus compañeros decían que estaba buena a él no le gustaba) devienen en leyendas o narraciones que ya nadie cree .tal vez haría falta una relectura critica para recuperar los símbolos que están implicados en ellos.
Le dolía el estomago, pensaba en su regreso a la casa y en la madre y su irrenunciable costumbre de querer saber todo _ algo te pasa a vos, por qué te encerrás en tu cuarto? Sabía que su silencio la molestaría, ya inventaría algo.
Cuando sonó el timbre, escucho una última frase: Piensen en algún mito, después lo discutimos.
Cuando bajaba la escalera, casi corriendo para huir de algún compañero al que esa tarde no soportaría, pues no quería hablar del egreso cercano, lo vio a Chávez. Tenía las formas del agobio y los ojos enrojecidos.
Cuando se detuvo en la parada del colectivo, el estómago lo volvió a su propia historia, debía esforzarse, cómo iba llorar? Los hombres no lloran. Y siguió pensando eso mientras pegaba su cara mojada contra el vidrio de una ventanilla por la que pasaba el mismo paisaje de siempre.
Qué había dicho la profe? ¿Que había que pensar en algún mito? No iba a pensar en ninguno, se prometió, mientras se pasaba el puño enojado por los ojos.

Ana María Elía
5 de octubre de 2007

viernes, 21 de septiembre de 2007

se adormecen, despiertan, se iluminan,
O.G

Tan diciembre,
Tanta siesta porfiando por las venas
Tan verano,
Tanto abrazo escondido de las ganas
Tanta burbuja cuando la copa parecía serena
Tanta rebelión de pájaro enjaulado
Tanta sonrisa escapada, sin sentido
Tanta pregunta
Tanto pecado de omisión
Tanta historia
Y un jazmín amarillo
Justo en la hoja de un libro de Girondo.
Ana. Diciembre de 2005

CARMELO

Si uno ríe los martes, debe llorar los viernesy mirarse las manos a la luz de una vela,porque el martes, desnudo, como un niño, padecede las admoniciones de la luna perversa
A. Tejada Gómez.


Caminaba buscando el cielo. Tenía una manera entre torva y risueña, si se puede, de andar el tiempo. Vestía una camisa desteñida y grande, de esas que alguien había comprado en algún viaje a la ciudad cercana, y en un acto de solidaridad mal entendida le había regalado ya vieja, demasiado gruesa para el calor de enero, y liviana para las heladas implacables del invierno de la llanura. Era octubre, es decir la época del año en que la camisa y la temperatura se entendían. Un pantalón mal ajustado en la cintura y un par de tiradores extraños cuyo origen nadie adivinaba, completaban el atuendo. Cambiaba de calzado con frecuencia, el cierre de Morales y Cía. había llenado los almacenes de la parroquia de zapatillas azules, muchas de las cuales habían ido a parar a sus pies Se podría pensar que, dada la asiduidad del uso la ropa estaba sucia. Nada de eso. Desde hacía años con regularidad, casi exasperante, día por medio, a las 9 de la mañana, pedía permiso, ceremoniosamente, a la dueña de un hotel que supo de mejores tiempos, y en el piletón de un lavadero casi derruido, lavaba, con la concentración y el empeño de quien debe quitarle las manchas al mundo para que siga rodando. En tanto, se vestía con la “muda” alternativa, que no es necesario describir, pues la tenia puesta hasta que el viento y el sol o en su defecto, el calor de la cuadra de la panadería del pueblo, secaban la de siempre.
. Lo conocían por Carmelo, los más viejos discutían un apellido vasco que no pronunciaban bien, alguna vez hasta intentaron encontrar su filiación en padrones que se guardaban en el correo ,, hasta que se cansaron y abreviaron en el nombre. Por otra parte, nunca necesitó documento, ni para votaciones ni para cobros. No es que no trabajara. Cuidaba de los jardines de las casas “del centro” casi con la misma exasperante dedicación con que lavaba su ropa y vivía entre la indiferencia de casi todos.

Esa mañana empujó el portoncito de hierro por el que se entraba a la casa de los Vélez y camino al llamador de bronce con que anunciaría su llegada desde la puerta principal , miró las rosas, no le gustó el rojo pálido de unas , menos el amarillo desteñido de las preferidas de la dueña de casa, hace falta agua, pensó, mientras desde una ventana abierta , se adelantaron a su llamado,_ Buen día, pase nomás, y abra, el galpón está sin llave.
Mientras lo hacía, pensado en que era necesario ponerle aceite a las bisagras , se acordó de que era martes, no le gustaba el día, en tanto se decía eso, urdió la trama para una mirada, se secó la frente y tapándose con la mano miró hacia la ventana desde donde lo habían saludado. Recordó su llegada al lugar, hacia ya mucho tiempo, y el encuentro con la muchacha de pelo rojizo y suelto ,raros ojos grises, y gestos resueltos, la única que lo había mirado con naturalidad, sin extrañeza, como si él siempre hubiera estado ahí. Ahora usaba el pelo recogido pero el rojo persistía, atenuado, y se podía adivinar detrás del vidrio de la ventana, ahora cerrada , desde la que la mujer le dio la bienvenida.

Se había acostumbrado a mirarla siempre, había seguido su vida empecinadamente, la obervaba, la cuidaba, la soñaba, con una obstinación silenciosa que jamás se confesó a sí mismo, ni aún cuando en las noches lo despertaban las formas no sabidas de su cuerpo y se le enredaban las manos en caricias que jamás haría.
Se hizo cargo de sus rosas cuando ella se puso de novia con el forastero. Nunca le gustó ese hombre. Había algo en su andar, que delataba su condición de vagabundo, aunque pretendiera simular un oficio, que no desempeñaba en el pueblo. Pero ella se enamoró.
Carmelo comenzó a convivir con un sufrimiento torpe, ése que se buscan los que amando no lo proclaman y se sienten traicionados. Pero, claro, él no hubiera podido. Sólo cuidaba sus rosas más tiempo y gemía por cada beso y abrazo que espiaba.
Un día, un viernes de cuaresma, en marzo, estaba seguro pues , como ahora, a las plantas les hacía falta lluvia, el forastero se fue y ella lloró. La recordó así, llorando entre los rosales, cabizbaja en las galerías, desganada en el saludo, mirando con tristeza al padre que por esos tiempos requería de sus cuidados, Durante algunos años ni las navidades la alegraban y eso que él colgaba las luces en el jardín, le ponía globitos al pino y una estrella en la rama más alta Cada enero volvía a guardar todo, prolijamente, con la sensación frustrante de que de nada había servido.
En la mañana de un martes, era mayo, el rosal bordó estaba florecida, la habia escuhado cantar y se le habia albotado la panza. Ya está, habia pensado . Fue el mismo día en que el forastero volvió, y aprovechándose del amor mal curado, le renovó los besos y tardó en irse el mismo tiempo en que a ella se le alegró el corazón. Casi nada. Él la habia escuchado llorar un llanto reencontrado, mientras guardaba la tijera de podar.

Se habia prometido buscarlo, Después se lavaría bien las manos y la ropa. Y ella ya no lloraría.

jueves, 5 de julio de 2007

LA REUNIÓN

ÖSe reunieron. Siempre se reunían .Algún día de esos en los que alguno se volvía nostálgico se establecía una cadena de llamadas que los convocaba en el lugar de siempre y a la misma hora. Iban llegando según la ansiedad o el grado de cansada costumbre que los empujaba al encuentro. Habitualmente los varones primero, siempre tenían menos cuestiones domésticas que arreglar, y ocupaban, si podían, las mesas de entonces, digo las mesas porque había que unir más de dos para contener al grupo de diez u once que acudía al llamado. Nunca había una razón especial, los cumpleaños se recordaban con un mail apurado o un telefonazo de último momento, pues acudían a la memoria cuando ésta daba respuesta a esa sensación de”hoy me estoy olvidando de algo” que suele asaltar en esos días, y las otras noticias: trabajos , cambios de domicilios, separaciones o amores nuevos corrían de boca en boca en algún encuentro casual. Esas reuniones en el lugar de siempre tenían otra razón, tal vez recuperarse, volver a ser, por el espacio de unas horas, las chicas de mini diminutas y “gordos trenzados “o los pibes de barba trabajosamente acumulada, tipo “Che” que se perdían en debates tan surrealistas como las manifestaciones del arte del que hablaban, o que giraban hacia discusiones sobre la estética nueva que exigía un arte comprometido con lo social, hacia ya tanto tiempo…
Allí estaban, más gordos, más ricos, más desesperanzados, mas apasionados, según de quien se tratara y no importa aquí eso, pero estaban y era suficiente para que las voces se confundieran, hablaran todos juntos y los diálogos se mezclaran y se resolvieran por esa extraña facultad que tienen los que se conocen mucho, para pescar una palabra al vuelo e intervenir aunque estuvieran hablando con otros de otra cosa.
_Mirá es cuestión que querer, che_ estaba diciendo Javier, Maria Laura asentía moviendo esa cabeza de rulos medio enmarañados que no sé por que tienen casi todas las que conozco y como ella son psicólogas, seguramente habrá otras de prolijo pelo lacio, pero de esas no sé. Tenès razón, decía, y en eso reside el poder del deseo. Hay que querer apasionadamente y se puede – agregó alguien.
Querer? La voz de Clara sonó más alta que la del resto y monopolizó la atención. Clara la de las piernas largas y la melena rubia cayendo sobre la guitarra y las canciones de tantas tardes. Clara la que coleccionaba cuidadosamente las leyendas de los graffiti del mayo francés, Clara la que estuvo en los nacimientos y acompañó cada dolor, _Querer; dicen? Uds. creen que yo no quiero intensamente hacer fiaca cada mañana? Que no quiero con vehemencia amanecer frente a otro paisaje que no sea el muro gris del edificio de enfrente? ¿Que no quiero desesperadamente dormirme entre los brazos del hombre que amo en lugar de abrazarme a la serie de ignorancias e indiferencias cotidianas que me unen a mi marido? No jodan_ la voz le sonó mas dulcemente ronca que de costumbre_ uno puede, y después arma la historia y la reinventa, diciendo que eso que puede es lo que deseó con todo el corazón. No jodan, repitió casi susurrando y nadie averiguó demasiado por qué a cada uno el café le supo más amargo y más huérfano que nunca de cigarrillos prohibidos y nunca tan deseados.

Ana Elía
1 de julio 2007

sábado, 26 de mayo de 2007

Es extraño

Que raro ! Lo dijo sin darse cuenta y sin saber a quien se lo estaba diciendo, pues a su alrededor,e xcepto dos perros de mirada resignada, no habia nadie. Sin embargo era en esta esquina , volvió a hablarse entredientes, mientras se le marcaba en las cejas el extrañamiento.
Miró el árbol , el de todos los días, claro , la vidriera de la boutique del barrio iluminada por el sol de la mañana , dónde dos manequies parecían escaparle a un invierno fabricado con algodones y ramas desnudas , de dudoso gusto, pensó . cubiertos por sacos de cuero , cuyo precio habia preguntado a la dueña la mañana anterior ,sabiendo que todo quedaría en la consulta y ella seguiría con la campera gris .Recordó que hasta el portero de su edificio, con quien llevaba años de formulas sociales compartidas con menor o mayor efusividad , según el humor , solía mirar con cierto mal dismulado disgusto el tejido gastado del abrigo. Mientras caminaba vio en la peluqueria a sus vecinas , las que compartian las charlas en el parquecito cuando llevaba a los chicos a correr un rato, seguramente estaban "cotorreando" historias que a veces inventaban , por que sí, para no desnudar rutinas agobiantes.
Reconoció las tres baldosas despegadas que le hacian caminar con respeto ese tramo de la vereda , sos tan despistada le decían , y ella tomaba recaudos , por lo menos cuando el despiste podia convertirse en porrazo.
Saludó al chico de la panadería , al que volvía loco, cada mediodia , si los 250 gs de milonguitas no estaban tostados . Nole contestó.
Tampoco había contestado a su sonrisa de sabado la dueña de la boutique.
Desde la peluquería habian mirado con indiferencia su además de saludo ,brazo en alto.
Cuando el portero del edificio, que ese día , como todos los fines de semana, habia abandonado la prolija costumbre de afeitarse ,le preguntó _ Señora? Puedo ayudarla? Busca a alguien en esta dirección? Entonces, sólo entonces se dio cuenta. Se había equivocado. No era ella.

martes, 8 de mayo de 2007

Se ovillaba y se desovillaba en torno de su ombligo, Andaba en círculos caprichosos dándole vueltas a la sensación extraña. Si se acostaba boca arriba, era un cosquilleo inquietante, entonces volteaba de costado y sentía calor en el centro del cuerpo. Se acurrucaba y un hilo tibio le garabateaba extraños signos en el vientre. Si lo desatendía se volvía demandante, si se concentraba en él se iba desvaneciendo, pero nada de desaparecer, no, sólo se trataba de una estrategia para que ella se ocupara de recuperarlo. Cada mañana intentaba abandonarlo entre las sabanas y cada noche, sin embargo se acostaba con él. No importaba si llovía o el día era luminoso, en un caso se ocupaba de alumbrarla y en el otro de darle sombra. La exasperaba o la calmaba según las circunstancias. Se le deslizaba por la risa, pero se licuaba en sus lágrimas.
Entonces ella se ocupó, cuidadosamente, de buscar gente a la que le pasara lo mismo.
Hizo una larga lista que nombraba personas de cualquier parte, los distinguía por la luz en los ojos.
Creo que su nombre, sí, sí, el suyo, está entre ellos.
Ana. 4 de abril de 2007

lunes, 16 de abril de 2007

Ahi , en el hombro

Otra vez el calor, pensó. Dicho así parecía alusión a la tarde de otoño, que se pegaba porfiada y bochornosa a la piel asombrada y desprevenida. Pero, no: se trataba de un “pedazo de calor”. ¿Servía esos como definición? Se distrajo. No venía al caso, sin embargo era eso , una chispa de fuego ardiente , claro, ¿cómo si no?, y molesta que se le instalaba en el hombro , apenas dos o tres minutos, eso creía, nunca había cronometrado el encuentro casi doloroso, con esa sensación que desaparecía para volver cuando ella la había olvidado.
No sabía por qué recordaba con tanta nitidez la primera vez. Ahí estaba, con su vestido de Primera Comunión, pura organza y volados, las manos juntas, oprimiendo las tapas de nácar amarillentas del libro que su madrina se había empeñado en prestarle .A ella, que todavía no sabía que la nostalgia hace nido hasta entre las hojas de un libro, no le gustaba. Sigo, se dijo. Aquel día, justo cuando la boca se abría entre temblores, no de emoción, sino por el miedo visceral que le provocaba el no saber qué tragedia de sangre derramada podría provocar un mordisco involuntario en la Hostia, lo sintió. Ni pensó en sacudir el hombro. La ocasión era demasiado solemne y quién sabe que interpretación harían del gesto, los tantos pares de ojos que la seguían, empañados.
Hubo otras muchas veces. Cuando bailaba el vals de los quince, apretada al pecho de papá, tan magro y tan confiable y tan con olor a Regente, (se acuerdan?) Se perdió en el aroma.
Ah, cuando el primer beso, también. ¿Cómo que te dio calor en el hombro? Vos estás loquita. Mariposas en la panza se siente. Le arrancó una sonrisa el recuerdo de la voz de la madre. Cuánto te extraño.
Ya no se lo dijo cuando lo sintió mientras ella le apretaba fuerte la mano y abril jugaba de luz en la ventana y a lo lejos...”la vida no es un block cuadriculado/ es una golondrina en movimiento” y su voz, aquella misma, fue haciéndosele ajena, de a poquito. Eras tan joven para morir, mamá.
Por supuesto que calló lo de la llama en el hombro, el día de su casamiento, o entre los dolores de dos partos gloriosos, cuando los egresos, o los nietos, o la vez que el pánico adueñándose del vientre le declaraba el cáncer, o hacía poco, cuando los treinta y cinco de casados.
Pero, hoy. Por qué? Nada especial. Un día como tantos. Remoloneo en la cama. A veces se sentía “culposa”,( ¿existe el adjetivo?) . A su alrededor todo el mundo amanecía de prisa y sorbía la urgencia de un café al borde del portazo. Ella, ya no. Después anduvo hurgando en Marechal, en medio de un almuerzo a solas en el que un caldo dietético le garantizaba la ingestión , esa sí, sin culpas de una cena sustanciosa. A la tarde charla entretenida con dos ex alumnas, de las que vuelven siempre porque quedaron enredadas en el juego de seducción con que les enseñaba.
Después llegó Daniel. Y nada. Ahora, recién, el fueguito en el hombro. Miró al marido que dormitaba la rutina del día, frente al televisor, vociferante, para su gusto. Le dio ternura. Lo llamó para cenar.
Ël se sobresaltó un poco. Pensó en la avalancha de palabras que lo esperaba y que siempre le resultaba divertida y fascinante, Esa noche le ganaría de mano Le contaría eso que acababa de escuchar: no sé que antropólogo, no se acordaba dónde, se había dormido otra vez, seguramente, había descubierto los restos de o era una momia?. Lo extraño era lo de la marca incandescente a la altura del hombro.

¿Quién me ha robado el mes de abril?

No lo tengo guardado en el cajón,
porque no guardo ahí el corazón
entonces , nada de robado
sólo desusado
lástima de almanaque sin gastar
a casi 17 y no escribí
medio abril, y no viví
lástima de pieles sin rozar
de calendarios sin besos
de feriados de otoño sin abrazos
lástima las lástimas...

sábado, 24 de marzo de 2007

Estrategias

Si la estrategia es la risa
estoy perdida,
hoy no río
si es apelar a la razón,
hoy no la encuentro
si es aceptar la tristeza,
voy muerta, la combato
si por fin y, como siempre,
es trabajar
la uso
pero que pobreza de estrategias!

lunes, 19 de marzo de 2007

Si se pudiera

Si por alguna extraña o misteriosa operación el dolor me pudiera ser transferido, si se pudiera reducir por una sencilla transacción que tuviera en cuenta que yo también lo siento y somos dos.Pero no,en este caso soy sólo la garantía.Las palabras que se deberian decir no son las que quieren ser escuchadas y lastiman, es cuando el silencio se vuelve temeroso y en este oficio de ser madre de hombres , sólo se está, ahí, disponible, sin otro recurso que el amor y sin otra estrategia personal que la nostalgia de otros tiempos en los que alcanzaban el abrazo o el cuento o la canción o el amoxidal.

miércoles, 7 de marzo de 2007

EL BALCÖN

Era impresionista la sensación o era redundante pensar en una sensación impresionista? Otra vez enredándome en juegos de palabras-_pensó.
Lo que sí sabía era que la ciudad se le caía encima, había sol, era un mediodía de esos a los que el solía a calificar de “fantástico”, palabra que usaba tan habitualmente que los demás ya adivinaban y le valía más de una broma.
Cuando se apoyó en la baranda, pensó en la cantidad de vidas que transcurrían en ese extraño rompecabezas que conformaban los edificios.
Cuántos reirían? Cuántos serían felices? Cuántos llorarían? Deseó que muchos estuvieran tristes. Necesitaba la certeza de que alguien más pasaba por lo mismo que él. Pero también sabía, que cada uno era el dueño inequívoco de sus sentires.
Nunca serás feliz _ le decía su padre _ pensás mucho. Ël reía con la carcajada franca de los veinte años. Todavía no sabía que en algún momento envidiaría la simpleza de los que aman con las entrañas y acomodan el corazón a las circunstancias.
Volvió la vista hacia la mesa que guardaba los restos del almuerzo reciente. La botella de vino blanco destellaba y en los vasos todavía tintineaba la risa.
Un año antes , había escuchado su voz. Era el primer recuerdo que le trepaba a la memoria .
Había pensado en que era voz de acunar.
Cuando la vio , le pareció que a esa rubiecita desteñida le quedaba grande la ronquera dulce , con que sólo había dicho “buen día”. Sin embargo, volvió a mirarla. Muchas tardes después la voz se enredaba en sus sábanas y le colmaba la casa.
La amó entera. Amó su delgadez que se acentuaba en el atardecer, amó sus silencios y hasta los misterios que no lo dejaban entrar a su alma.
Tuvo celos de sus extrañas desapariciones de dos o tres días de las que volvía ojerosa, amedrentada, pero más llena de caricias que nunca. más desesperada de su cuerpo y más necesitada de sus abrazos. No preguntaba. Le bastaba la fragilidad diluyéndose en el sexo casi desesperado.
Hubo tardes enteras de lecturas compartidas, trasnochadas sesiones de cines, amaneceres de charlas, gestos buscándose a oscuras y en la luz.
Había, en fin, la vida.
Ese domingo, ella regresaba de una de esas ausencias. Él había preparado un pollo con ananá, el primer plato que habían compartido cuando ya habían decidido que vivirían juntos “para siempre”. Y había preparado un discursito, le diría que por fin esa voz de canciones de cuna debía ser escuchada por el hijo de ambos, No sabía en qué momento de la noche desvelada del sábado se le había ocurrido eso. Quería un hijo.
Había saboreado de antemano la emoción de ella, tal vez estaba esperando, con esa mansedumbre suya, que a él le urgiera prolongar el amor en vida.
Y cuando la vio tomar el primer sorbo del vino, se lo dijo. Primero vio lágrimas, y pensó, _tenía razón. Después la vio hurgar en el bolso gastado, que se empeñaba en usar siempre, y extenderle un papel amarillo, no había podido terminar de leer “Instituto de radioterapia y quimio...”. Entendió lo de vino amargo, se encogió en la silla, cuando sintió el portazo. Debió correr, abrazarla, detenerla. Pero pensó.




Ana Maria Elia

martes, 6 de marzo de 2007

Causas

Hay extraños motivos por las cuáles uno anda haciéndole zancadillas a la paz...entonces hay encuentros y desencuentros entre la razón y las entrañas , nadie gana ni pierde , porque sucede de a ratos y conviene .

sábado, 3 de marzo de 2007

Llueve

Casi Macondo,
llueve una lluvia porfiada
pero no abruma sueños ni utopías,
sólo desdibuja el asfalto
y extraña el paisaje
que no ofrece resistencia.

miércoles, 21 de febrero de 2007

El silencio

Se instala,
retrocede,
titubea.
ya no se escucha nada
se desveló el silencio
para que yo me duerma.

miércoles, 14 de febrero de 2007

Madrugada

Es la hora extraña
en la que decimos hoy
y ya es mañana.

domingo, 11 de febrero de 2007

Otra historia

Cada día de mi vida

por Ana Elía

11 de febrero de 2007

A Edgardo, quien me regaló la idea desnuda
y generosamente me dejo vestirla.


… “Lo absurdo es la razón lúcida que comprueba sus límites”
A Camus

…soñaba con ”la justicia, el progreso, la libertad, la independencia, el derecho de los pueblos a la autodeterminación, la integración latinoamericana, para cumplir los sueños de Bolívar, Martí y el Che Guevara»...
No sabía con precisión la hora, el cuarto estaba oscuro y la colilla del último cigarrillo a medio fumar se consumía en el cenicero que en ese momento se le antojó desconocido. Hacía calor .No era raro, febrero se trepaba despiadado a las paredes, supuso que el asfalto estaría pegajoso y que esa misma viscosidad caliente subía por los edificios. Había leído la noticia del accidente en el que murió la ministra de defensa ecuatoriana desde la pantalla del monitor. Una soñadora menos – se dijo.. La angustia de sueños muertos le atrapó la garganta. Se le habían muerto los sueños o ¿los había callado? En todo caso .¿cuál era al diferencia? Ya no latían ni lo empujaban a la vida.
Tengo sed, pensó_ como si la sola sensación no bastara y necesitara ser racionalizada. El agua de la jarra estaba caliente, no se molestó en agregarle cubitos, ni siquiera sabía si había, era probable que las cubeteras estuvieran vacías en la pileta de la cocina, mezcladas con algún plato de los que últimamente no lavaba. Mientras bebía leyó que la multinacional Barrick Gold amenazaba con destruir los glaciares andinos en Chile para extraer el oro de Pascua Lama lo que, por supuesto, provocaba la fuerte oposición de los chilenos y se acordó de las palabras de un amigo al que hacía tiempo que no veía ( había perdido la costumbre del café compartido y demorado en algún bar)…” en este mundo restante o tercero, apostamos al pensamiento mediterráneo. Aún confiamos en Prometeo”.
La figura trágica de Prometeo, rebelde frente a la injusticia, Prometeo robando el fuego a los dioses para entregarlo a sus criaturas, encadenado y liberado. Él _Prometeo, escuchando treinta años atrás…”Es también nuestra intención erradicar la corrupción, ofreciendo como norma la honestidad, la idoneidad y al eficiencia…” Podía recordar la bronca casi con la misma intensidad con que la sintió entonces, así como se olvidan los dolores del cuerpo y es imposible revivirlos, es suficiente una sencilla apelación y los del alma, vuelven. Aquella fue una época de sentimientos encontrados :la lucha desde la clandestinidad, la fuerza descomunal, el miedo que se instalaba en cada trozo de piel y el amor resolviendo todo en abrazos interminables o urgentes, en sexo redentor, en un hijo gestado en esas noches, tal vez en afán loco por sobrevivir.
Cuando volvieron de Madrid después del destierro, pasaron muchas cosas. Miró la foto, siempre la había conservado enmarcada en la madera de calidad dudosa de un portarretrato que había deambulado con él, y que ahora estaba entre una pila de libros. Nora tenía ese abrigo rojo y el gorro tejido y miraba, ¿Lo miraba? ¿Qué miraba? Desde el centro de la Plaza Mayor, el pesebre le había traído la nostalgia de la Navidad tibia de Buenos Aires. Tenemos que volver, le había dicho.
No fue fácil volver, mejor dicho no fue fácil reencontrarse con el país, había ausencias que no compensaban otras presencias, padres envejecidos, dos hijos que no reconocían las calles porteñas y a los que les costó familiarizarse con el empedrado de San Telmo.
A pesar de todo, se pudo. Había luchas que continuar, memoria que conservar, palabras para decir y duraban los abrazos y el ardor. Había fuego para robar y repartir.
Se quitó los anteojos que usaba desde hacía años, y se pasó la mano por la frente. Casi voltea el vaso con agua que había preparado la noche anterior para tomar las pastillas que le ayudaban a conciliar el sueño, finalmente se había decidido por el insomnio. A veces prefería no despertar y para eso la estrategia era una sola, no dormir.
No podía precisar desde cuando el amor se terminó. Un día cualquiera se encontró despidiéndose “civilizadamente” de su mujer, buscando un lugar dónde ubicar su vida , acompañando a sus hijos a Ezeiza, volvían a una España que les prometía trabajo.
Solo, ocupado en la librería que heredó del padre y pudo mantener y con algunas ráfagas de amor que le entibiaban las sábanas, era un tipo como tantos en un país que se plegaba en dos, los que podían y los que no, comer, estudiar, viajar, Tenía días como el de hoy, en el que pocas cosas tenían sentido, por no decir ninguna, pensó, mientras se acariciaba la barba de tres jornadas. No me comerán el hígado, se prometió. Llamaré a Santiago, lo invitaré a cenar, prepararé algo aquí y charlaremos hasta la madrugada. Mientras marcaba el número de teléfono del amigo incondicional, planificaba poner en orden el departamento. _No puedo, tengo cosas, disculpá_ la voz sonó indiferente y apurada.
Colgó. Y Sintió que no había nada, sólo él y su vida. ¿Valía la pena? Eso, su vida.
¿Qué razones había para vivir? El cuarto estaba sumido en una oscuridad diferente, afuera debía estar anocheciendo. El calor era igual de agobiante.
Las razones que sirven para vivir se convierten en motivo para morir por ellas, sonrió, pensando en las largas discusiones sostenidas con Nora en torno del pensamiento de Camus Uno sigue haciendo los gestos que ordena la existencia por muchas razones, la primera de las cuales es la costumbre, el fragmento de Sísifo le volvió, textual, a la memoria. Entonces, uno tiene la costumbre de vivir .Es por eso que responde al llamado, que siempre le pareció insolente, del despertador. Después, la mueca de un saludo, la inaugural inmersión en un debate de adverbios: ahora, ya, rápido, enseguida. El ritmo alienante, la materia del día Y, al final, la búsqueda de un residuo entre las manos. Otra vez la sonrisa amarga. Esas últimas palabras pertenecían a un viejo amague de poesía, escrita cuando esas veleidades suyas de poeta urbano (encima trasnochado) eran la buena excusa para compartir un tinto, en el extremo de la mesa de la que había sido desalojado rápidamente el mantel. Ella siempre lo escuchaba. Era una razón. El recuerdo de ella escuchándolo era otra razón. Una para la vida, la otra, ¿o la misma? para la muerte.
Repentinamente sintió el desorden No el del cuarto. El otro. El del mundo haciéndose añicos. El de su universo estallando extrañamente. Ya no podía conciliar la esperanza con el reclamo del que era testigo cada día, menos aún con los discursos.
Se había vaciado de fuego, suceso extraño para quien sentía que la frente ardía. Abrió postigos y ventanas, subieron las luces, los sonidos y el viento, mientras él tomó la decisión. Las pastillas servirían. Se aseguró de preparar la dosis justa, la dejó al lado de un par de anteojos rotos de los que nunca se había deshecho, sobre la mesa de luz. También serviría el vaso de agua tibia.
No sería un suicida torpe, oficiaría el suicidio como un rito, ¿de dónde venía eso? entonces debía escribir. ¿A quién?
Alguien lo leería, aunque más no fuera para satisfacer la morbosa curiosidad que se siente frente a los que decidieron su muerte, como si los muertos de muerte involuntaria no tuvieran secretos.
Se acomodó frente al teclado, comprobó que en la impresora quedaban hojas

“Quiero que sepan que, en términos generales sentí pasión y placer por mis actos y que los que devinieron en dolores fueron siempre, inicialmente, apasionados y placenteros, lo contrario sería estúpido
Puesto a mirar mi vida, desde el presagio de mi muerte, puedo inventariar los ojos celestes de mi abuela ,la serenidad, hasta ahora inexplicable, de mi papá, la obstinada forma de quererme a contramano que tenia mi vieja, la fórmula mágica con que cada noche nos despedíamos con mi hermano antes de acostarnos , en síntesis puedo volver a mi memoria cada día de una infancia caminada a destajo, pero feliz.” Se río, recordó los pies desnudos de los dos, Nicolás era menor, intentando romper un arco iris raquítico alojado en un charquito porteño, también exiguo después de una lluvia de verano
Siguió.” Supe del amor, de ése que hace doler la panza y que definido desde lo humano tal vez sea una entelequia ¿y eso qué? Yo sé que es. Y porque amé así, anda mi vida sobrevivida en dos, por ahí, en el mundo.” Otra vez se detuvo. Qué harían a esa hora los chicos? Uno, seguramente, despertando para llevar los hijos a la escuela. Casi volvió a escuchar la voz de Joaquín al teléfono_ Oye, abuelo, ¿Cuándo te vienes? Era bonito el mocoso. Todos decían que se le parecía.
El otro casi saliendo para USA, hacia donde había sido trasladado. _ Che, viejo por lo menos ya no nos separará el charco. le había dicho.
No volvería a interrumpir la escritura: “Soy responsable por cada día de mi vida. Los buenos me dieron fuerzas y los malos, a veces, también”
Firmó.
Imprimió la carta.
Se acercó a la cama: estiró las sábanas, se quitó el short, se tendió perezosamente. Sentía sueño. Se acomodó de costado. Abrazó la almohada. A las siete sonará el despertador –pensó. Y se tapó, había refrescado.
No pudo dormirse. Los visitantes fantasmales. previos al sueño, comenzaron a llegar. Lautremont, Artaud.
Recordó un texto que ocasionalmente cayo en sus manos días atrás. De Michel Serres sobre Michel Foucault.
“Esta Historia de la locura es pues, de hecho, una historia de las ideas. Es reencontrada en el espejo del microcosmos del asilo, desfigurado, ciertamente, silencioso y patético, pero rigurosamente ordenado en virtud de las inversiones que ya conocemos. Y este espejo alucinante no abre de ninguna manera el espacio de las imágenes virtuales, descubre el terreno original de las tendencias culturales, lo que late olvidado de las obras humanas. Érase una vez un país llamado Erehwon. En esta extravagante comarca son cuidados los criminales, los enfermos son juzgados y, a menudo, condenados. Allí está el infierno de la inocencia. Su nombre, extrañamente invertido, significa, para quien rehúsa comprender, ninguna parte. Ninguna parte, o del otro lado de las montañas.”
Se durmió. Dormir es morir un poco. Y mañana vivir, vivir obstinadamente de este lado de las montañas.



.

Noche

El domingo casi depuso armas
se puede bajar el escudo

viernes, 9 de febrero de 2007

Otra tarde

Llueve. Niguna hormiga desorientada bordea mi ventana.
Hoy son gotas perezosas las que asisten a mi intento de no distraerme con nada, distrayéndome.
Vuelvo al trabajo , después de una conversación silenciosa , que, sin embargo, tiene la memoria de la voz.

jueves, 8 de febrero de 2007

De cuentos ...

Alguna vez escribí esto:


Cierta clase de...recuerdos

Me miran asombrados No entienden mi:_Buenas Tardes. Me voy de aquí.
-De dónde?
_Cuando?
-Deja la cátedra?
Sólo un _Por qué?, me pareció racional y a él le dí respuesta.
_Porque éste ya no es mi lugar -y casi escupí una pregunta, _Qué creen que es mi vida aquí?:
-No sé-dijo la silenciosa morochita que se sentaba al fondo-díganos ud.
La respuesta se disparó contundente- NADA-sonó con mayúscula.
Uno de los pocos varones mi preferido, me dijo:_apareció lo paralingúístico_Qué cara!
De inmediato me retrotraje, asumí mi rol de profesora, ése que ellos todavía idealizan, suponiendo que una es una dicotomía en dolor abandonado en la vereda y pura pasión entre las paredes del aula.- Lo intenté. Lo juro.
Distribuí el trabajo y volviste a mi pensamiento, dí las consignas y te vi sentado frente a la mesa tendida al sol ,riéndote ante la desusada copa de vino entre mis manos.
Alguien preguntó :_Qué es la escucha directa, y la mediada?
Acomodé la mente. Se puede?. La separé del corazón y dije:_no es lo mismo hablar de frente, ojos y manos, silencios y gestos, que la voz al teléfono, ladrón de miradas, tal vez engañosa, tal vez piadosa.
No voy a contarte todo esto a mi regreso. Ya no habrá encuentros. Ni siquiera tu nombre en un mail, ni una foto, a pesar de que algunas huyeron de mi ataque de “matar” y aún están en la papelera.
Me hablan de signos lingüísticos. Los escucho lejos. Digo:_Están explorando la oralidad, piensen. Me demoro en el verbo, ¿en qué lugar de mi irracionalidad idiota negocié el pensamiento?.
Sé que me están mirando. Consultan el dossier que les entregué y me miran.
Supondrán que escribo un informe’ ¿Qué pensarán de esta mujer que entró y les espetó la vida?
Iba a hablar pero me detengo, Apareció tu mano en mi hombro ,bordeando La cañada.
Los miré. Estaban organizando el trabajo. Se había impuesto el silencio, ése que está a medio camino entre el susurro y el reclamo.
Pienso en mis silencios y me esfuerzo. ¿Cómo llorar ahora que volvieron sus ojos a mí por que les dije:-Escuchen Quiero leerles algo.

.Ana ...abril de 2002

De la vida


Alguna vez, hace mucho me pensaron y pertrechada de esos sueños ajenos, nací, como si nada. Después , tiempo después , soñé los mismos sueños anunciados, y viví , atravesada de llanura y cielos amplios . Crecí, amé, reí largamente y, como todo el mundo, lloré. Soñé para los que después fueron y me trepé a los sueños de muchos , porque supe de la pasión de enseñar , casi visceralmente y del diario encuentro con el otro de mirada confiada y dudas que apelan...
En algún lugar las palabras se adueñaron de mi alma . O al revés? y me dio esta desazón de la que saben los que, como yo, se debaten entre los impulsos y los reclamos de las lógicas cotidianas.
Y aquí estoy siendo quien soy desde que me pensaron y pertrechada de sueños ajenos, nací, como si nada.