Esta tarde



Hay tardes así.
Me urge terminar una pàgina
pero me distrae una hormiga
errante y salida de cauce,
¿raro, no? ,
que trepa por el filo, justo, de mi ventana

lunes, 16 de abril de 2007

Ahi , en el hombro

Otra vez el calor, pensó. Dicho así parecía alusión a la tarde de otoño, que se pegaba porfiada y bochornosa a la piel asombrada y desprevenida. Pero, no: se trataba de un “pedazo de calor”. ¿Servía esos como definición? Se distrajo. No venía al caso, sin embargo era eso , una chispa de fuego ardiente , claro, ¿cómo si no?, y molesta que se le instalaba en el hombro , apenas dos o tres minutos, eso creía, nunca había cronometrado el encuentro casi doloroso, con esa sensación que desaparecía para volver cuando ella la había olvidado.
No sabía por qué recordaba con tanta nitidez la primera vez. Ahí estaba, con su vestido de Primera Comunión, pura organza y volados, las manos juntas, oprimiendo las tapas de nácar amarillentas del libro que su madrina se había empeñado en prestarle .A ella, que todavía no sabía que la nostalgia hace nido hasta entre las hojas de un libro, no le gustaba. Sigo, se dijo. Aquel día, justo cuando la boca se abría entre temblores, no de emoción, sino por el miedo visceral que le provocaba el no saber qué tragedia de sangre derramada podría provocar un mordisco involuntario en la Hostia, lo sintió. Ni pensó en sacudir el hombro. La ocasión era demasiado solemne y quién sabe que interpretación harían del gesto, los tantos pares de ojos que la seguían, empañados.
Hubo otras muchas veces. Cuando bailaba el vals de los quince, apretada al pecho de papá, tan magro y tan confiable y tan con olor a Regente, (se acuerdan?) Se perdió en el aroma.
Ah, cuando el primer beso, también. ¿Cómo que te dio calor en el hombro? Vos estás loquita. Mariposas en la panza se siente. Le arrancó una sonrisa el recuerdo de la voz de la madre. Cuánto te extraño.
Ya no se lo dijo cuando lo sintió mientras ella le apretaba fuerte la mano y abril jugaba de luz en la ventana y a lo lejos...”la vida no es un block cuadriculado/ es una golondrina en movimiento” y su voz, aquella misma, fue haciéndosele ajena, de a poquito. Eras tan joven para morir, mamá.
Por supuesto que calló lo de la llama en el hombro, el día de su casamiento, o entre los dolores de dos partos gloriosos, cuando los egresos, o los nietos, o la vez que el pánico adueñándose del vientre le declaraba el cáncer, o hacía poco, cuando los treinta y cinco de casados.
Pero, hoy. Por qué? Nada especial. Un día como tantos. Remoloneo en la cama. A veces se sentía “culposa”,( ¿existe el adjetivo?) . A su alrededor todo el mundo amanecía de prisa y sorbía la urgencia de un café al borde del portazo. Ella, ya no. Después anduvo hurgando en Marechal, en medio de un almuerzo a solas en el que un caldo dietético le garantizaba la ingestión , esa sí, sin culpas de una cena sustanciosa. A la tarde charla entretenida con dos ex alumnas, de las que vuelven siempre porque quedaron enredadas en el juego de seducción con que les enseñaba.
Después llegó Daniel. Y nada. Ahora, recién, el fueguito en el hombro. Miró al marido que dormitaba la rutina del día, frente al televisor, vociferante, para su gusto. Le dio ternura. Lo llamó para cenar.
Ël se sobresaltó un poco. Pensó en la avalancha de palabras que lo esperaba y que siempre le resultaba divertida y fascinante, Esa noche le ganaría de mano Le contaría eso que acababa de escuchar: no sé que antropólogo, no se acordaba dónde, se había dormido otra vez, seguramente, había descubierto los restos de o era una momia?. Lo extraño era lo de la marca incandescente a la altura del hombro.

1 comentario:

Karina dijo...

Anita:
¡Ay por ese hombro que lleva tanto adelante...! Ay por la vida...la soledad...la compañía...Ay por mí...por vos....y por los otros.
Sin embargo, yo hoy a ese hombro le levantaría un monumento que tiene tanto de salvaje, de furia y
ternura.
Me encantó el cuento!!