Esta tarde



Hay tardes así.
Me urge terminar una pàgina
pero me distrae una hormiga
errante y salida de cauce,
¿raro, no? ,
que trepa por el filo, justo, de mi ventana

jueves, 5 de julio de 2007

LA REUNIÓN

ÖSe reunieron. Siempre se reunían .Algún día de esos en los que alguno se volvía nostálgico se establecía una cadena de llamadas que los convocaba en el lugar de siempre y a la misma hora. Iban llegando según la ansiedad o el grado de cansada costumbre que los empujaba al encuentro. Habitualmente los varones primero, siempre tenían menos cuestiones domésticas que arreglar, y ocupaban, si podían, las mesas de entonces, digo las mesas porque había que unir más de dos para contener al grupo de diez u once que acudía al llamado. Nunca había una razón especial, los cumpleaños se recordaban con un mail apurado o un telefonazo de último momento, pues acudían a la memoria cuando ésta daba respuesta a esa sensación de”hoy me estoy olvidando de algo” que suele asaltar en esos días, y las otras noticias: trabajos , cambios de domicilios, separaciones o amores nuevos corrían de boca en boca en algún encuentro casual. Esas reuniones en el lugar de siempre tenían otra razón, tal vez recuperarse, volver a ser, por el espacio de unas horas, las chicas de mini diminutas y “gordos trenzados “o los pibes de barba trabajosamente acumulada, tipo “Che” que se perdían en debates tan surrealistas como las manifestaciones del arte del que hablaban, o que giraban hacia discusiones sobre la estética nueva que exigía un arte comprometido con lo social, hacia ya tanto tiempo…
Allí estaban, más gordos, más ricos, más desesperanzados, mas apasionados, según de quien se tratara y no importa aquí eso, pero estaban y era suficiente para que las voces se confundieran, hablaran todos juntos y los diálogos se mezclaran y se resolvieran por esa extraña facultad que tienen los que se conocen mucho, para pescar una palabra al vuelo e intervenir aunque estuvieran hablando con otros de otra cosa.
_Mirá es cuestión que querer, che_ estaba diciendo Javier, Maria Laura asentía moviendo esa cabeza de rulos medio enmarañados que no sé por que tienen casi todas las que conozco y como ella son psicólogas, seguramente habrá otras de prolijo pelo lacio, pero de esas no sé. Tenès razón, decía, y en eso reside el poder del deseo. Hay que querer apasionadamente y se puede – agregó alguien.
Querer? La voz de Clara sonó más alta que la del resto y monopolizó la atención. Clara la de las piernas largas y la melena rubia cayendo sobre la guitarra y las canciones de tantas tardes. Clara la que coleccionaba cuidadosamente las leyendas de los graffiti del mayo francés, Clara la que estuvo en los nacimientos y acompañó cada dolor, _Querer; dicen? Uds. creen que yo no quiero intensamente hacer fiaca cada mañana? Que no quiero con vehemencia amanecer frente a otro paisaje que no sea el muro gris del edificio de enfrente? ¿Que no quiero desesperadamente dormirme entre los brazos del hombre que amo en lugar de abrazarme a la serie de ignorancias e indiferencias cotidianas que me unen a mi marido? No jodan_ la voz le sonó mas dulcemente ronca que de costumbre_ uno puede, y después arma la historia y la reinventa, diciendo que eso que puede es lo que deseó con todo el corazón. No jodan, repitió casi susurrando y nadie averiguó demasiado por qué a cada uno el café le supo más amargo y más huérfano que nunca de cigarrillos prohibidos y nunca tan deseados.

Ana Elía
1 de julio 2007