Esta tarde



Hay tardes así.
Me urge terminar una pàgina
pero me distrae una hormiga
errante y salida de cauce,
¿raro, no? ,
que trepa por el filo, justo, de mi ventana

jueves, 29 de noviembre de 2007

LOS MITOS

“Los mitos aparecen para fundamentar los nacimientos, los primeros, claro, los orígenes, hablo de los tiempos primordiales, de la inauguración misma de la explicación de los fenómenos o los hechos” _ la voz le resultaba monótona, monocorde, diría el profesor de música, ese que intentaba conservar una aire adolescente con el pelo largo y medio alborotado, y que a los cuarenta y pico, le daban más vista de descuidado que de juventud. Se acordó de Chávez, el profesor en cuestión, porque el día anterior lo había visto en la cafetería con ella, la de Filosofía, ésta de la voz aburrida. Le habían llamado la atención los gestos de él, casi agresivos, recordó que en un momento vio que la tomó de un brazo, pero había advertido, también, la firmeza de la mirada de ella, sosteniendo con convicción una causa que él , observador casual, no podía adivinar.
Además él había ido hasta allí a esperar a Mariana. Pensar en la chica le encogió el estómago. Habían establecido un acuerdo: si ella llegaba era para seguir con un amor que por adolescente no era menos intenso que otros, pero, si no iba, era su forma de decirle que ya no, que todo había terminado. Él había entrado al lugar con angustia, con esa sensación de desazón anticipada con que las tripas nos avisan las cosas. Casi ya sabía lo que sucedió después. Mariana no llegó. Fue entonces que miró hacia la mesa en torno a la que se sentaban sus maestros y vio lo que ahora recordaba.
Los mitos _ seguía diciendo la profesora, (muchos de sus compañeros decían que estaba buena a él no le gustaba) devienen en leyendas o narraciones que ya nadie cree .tal vez haría falta una relectura critica para recuperar los símbolos que están implicados en ellos.
Le dolía el estomago, pensaba en su regreso a la casa y en la madre y su irrenunciable costumbre de querer saber todo _ algo te pasa a vos, por qué te encerrás en tu cuarto? Sabía que su silencio la molestaría, ya inventaría algo.
Cuando sonó el timbre, escucho una última frase: Piensen en algún mito, después lo discutimos.
Cuando bajaba la escalera, casi corriendo para huir de algún compañero al que esa tarde no soportaría, pues no quería hablar del egreso cercano, lo vio a Chávez. Tenía las formas del agobio y los ojos enrojecidos.
Cuando se detuvo en la parada del colectivo, el estómago lo volvió a su propia historia, debía esforzarse, cómo iba llorar? Los hombres no lloran. Y siguió pensando eso mientras pegaba su cara mojada contra el vidrio de una ventanilla por la que pasaba el mismo paisaje de siempre.
Qué había dicho la profe? ¿Que había que pensar en algún mito? No iba a pensar en ninguno, se prometió, mientras se pasaba el puño enojado por los ojos.

Ana María Elía
5 de octubre de 2007