Esta tarde



Hay tardes así.
Me urge terminar una pàgina
pero me distrae una hormiga
errante y salida de cauce,
¿raro, no? ,
que trepa por el filo, justo, de mi ventana

jueves, 3 de enero de 2008

SIN ABUELA

Sin abuela
Todo escritor/a que se precie ha escrito algo sobre sus abuelos. Rebusco en mi memoria Mala suerte la mía! Una abuela argentina, apenas hija de inmigrantes.
Nada de gloria , ni de penosa travesía transoceánica. La pucha! Mi abuela Ana. ¿Qué decir? Me heredó el nombre, algo acuoso en la mirada, la estatura escasa y una tenacidad que no sé si le sirvió de mucho, y a mí, no sé de cuánto.
Me cansé de pensar. Me saco los anteojos, miro por la ventana. No había hermanos olvidados en países extraños, en la historia de mi abuela. Las que tenía habian enriquecido merced a matrimonios convenientes y andaban por ahí.
Cuando se volvía nostalgiosa era porque sí nomás. No porque extrañara su adolescencia arrastrando sacos de maíz que atravesaban de modo raro su entrepierna. -Tengo “pecundria”- decía para explicar esa rara mezcla de melancolía y añoranza que suele asaltarnos la palabra extraída de no sé que dialecto-piamontés ,me sonaba a pájaro. De vez en cuando digo “estoy pecundriosa”y entonces vuelvo a su fantástica serenidad de mujer hermosa, madre ya de siete hijas, cuando los 24 años le alborotaban la sangre, pero...ni se le ocurría!, a ver si venía otra chinita. De cansada, le puso un solo nombre a cada una, eso sí, sonoros, Romilda y Angelita eran las “finaditas”.No se le ensombrecía la voz cuando las nombraba, hacía memoria desde una alegría que vencía a la viruela negra que les birló la vida.
-Che, no me contaba historias fantásticas, mi abuela. Sólo una, o mejor dicho un solo personaje , atravesaba sus cuentos:Guillermo, medio tonto, andaba de enredo en enredo. Años más tarde lo descubrí pariente de Epaminondas, un clásico anónimo un poco más pintoresco .Pero cuando la escuchaba, sentada en la “trapunta” que había enclavado en medio de la cocina brillante, se me abrían los ojos y olvidaba, de a poquito, la tristeza por el “abandono” de mis padres, que nos habían dejado a su cuidado para ir al baile en la Sociedad Italiana.
Ella contaba que le contaban...
Y se le escapaba la mirada. Entonces era joven y estaba vestida de sábado _cómo lo quería! Pero él sería repudiado en la ronda de ojos claros de su casa.
_Ana. Dónde estás?-la voz sonaba lejana, pero bastaba para que el beso furtivo fuera más urgente y a la carne se le sumaran temblores.
No vivió guerras, mi abuela. ¿De dónde le vendría ,entonces, la preocupación por la comida? El hambre ancestral? Quizás._Estás flaca como una saraca, y encima, negra_ decía cada enero, cuando mis concienzudas exposiciones al sol , me daban un tono ,que a mí me parecía caribeño y a ella le avivaba la animosidad contra los “morochos”.
Con él había despuntado el amor. Había desafiado en siestas breves la furia de los padres inmigrantes y por una cuestión más de tiempos que de ganas, sólo le entregó el alma.
Cuando lo encontró con la otra, se le volvió la mirada torva y el gesto amargo, sólo el tiempo necesario para aprender que “los hombres no esperan”(era su muletilla) y que había acuñado odio hacia los criollos.
Las otras traiciones le vendrían más tarde, cuando la resignación se le iba por la voz serena de los secretos dichos en piamontés.
Ni soledad vivió , mi abuela. Enviudó joven, es cierto, pero cada tarde de su vida la rodeó de hijas, yernos, nietos, sobrinas, propios y postizos, que elegían la serena y ampkia sencillez de su casa impecable para contarse historias y festejar cumpleaños y Navidades . Ella se mecía en el sillón que me disputó y ganó el mayor de mis primos, y tejía medias con cuatro agujas, en un concierto de movimientos que me hipnotizaba y que nunca pude repetir a pesar de mis intentos.
Se murió de vieja. A los noventa, creyendo que tenía ochenta._Menos mal que no “vachilo” (¿vacilo?)-decía-refiriéndose a que estaba lúcida, y mirándome me decía _¿Cómo está , señora? ¿Ya comió?
¿De qué me río? No es buen material para un cuento, mi abuela. Si al final...no tenía más que un patio grande, con jagüel y un sauce y nos cocinaba palominos en verano.
Ana. septiembre de 2002

1 comentario:

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