Esta tarde



Hay tardes así.
Me urge terminar una pàgina
pero me distrae una hormiga
errante y salida de cauce,
¿raro, no? ,
que trepa por el filo, justo, de mi ventana

viernes, 17 de octubre de 2008

¿METAFORA?

Era casi verano. El sol de la siesta caía a pleno y a plomo sobre el patio, cuyo techo que ahora es realidad, por aquel entonces era discusión, por la falta de recursos y el miedo a escamotearle luz a los juegos y a las aulas. Yo salía al recreo desde la dirección, convocada por el timbre y por los sonidos, (voces, música que intentaba ofrecer alternativas a los empujones y a las corridas), y me sumaba a la vorágine que duraba diez minutos de reloj, cien de los otros.
Intentábamos, con las maestras una charla “a los saltos”, mientras caminábamos, nombrábamos, escuchábamos reclamos insoslayables, controlábamos los baños que se convertían en espacio atractivo para las escondidas conflictivas y por si eso fuera poco, pretendíamos mantener el equilibrio que pondría a salvo nuestra humanidad, entre carreras veloces, que humedecían los cabellos, abrillantaban las miradas oscuras y teñían de rojo los “cachetes” de los chicos.
Todo eso que resultaba tan complicado para cualquier persona ajena a ese ámbito, era para nosotras, maestras de una escuela pública de una barriada popular, la evidencia tangible de que nuestros nenes, estaban sanos, y que a la hora del juego no sabían de pobreza, ni de abandonos familiares, ni de “trayectoria escolares frustradas”, y nos daban señales de que eran competentes para la alegría.
Resulta inevitable que en ese contexto, el silencio y la inmovilidad alerten, por eso. cuando vi a uno de segundo, sentado, solo , con la cabeza baja , apoyado en contra de la pared de una de las galerías , me le acerqué y le dije _Qué te pasa? ¿Por que no jugás?
Levantó los ojos y contesto_ Porque tengo el cuerpo lleno de lástima. Todavía me acuerdo que me contó acerca de una abuela muerta unos días atrás, pero sé que yo, que ando en permanentes encuentros y desencuentros con las palabras que a veces me sobran y otras tantas me faltan, tuve la certeza de que nunca, nadie, había definido la tristeza con esa contundencia. Él estaba descubriendo que no hay dolor en el alma, que la pena se siente en el estómago, pesa en los brazos y duele en los ojos. Todavía puedo verme acariciándole la cabeza y diciéndole lo que sé a fuerza de pura vida _ Ya se te va a pasar, y agregué_ Alguna vez me vas a prestar esto para un cuento.
Ana Maria Elia
Octubre de 2008

No hay comentarios: