Esta tarde



Hay tardes así.
Me urge terminar una pàgina
pero me distrae una hormiga
errante y salida de cauce,
¿raro, no? ,
que trepa por el filo, justo, de mi ventana

martes, 13 de octubre de 2009

ENCAJES

Había pasado la tarde anterior, pensando en la cita. No se trataba de un encuentro cualquiera, sino de uno planificado con mucho tiempo de anticipación, hacia meses que sabía el día y la hora , sin embargo sólo ese miércoles de agosto , comenzaron a preocuparla asuntos en los que había evitado centrar su atención. Salió a la calle desafiando al viento de la tarde, parece que se instaló para siempre, pensaba. Mientras arremetía también contra el frio, se calzó los guantes que encontró casualmente en un bolsillo del abrigo que había descolgado del perchero sin elegir demasiado, espero tener las uñas secas, se dijo,le había llevado tiempo arreglarse las manos y los pies, debía ser cuidadosa con los detalles. ¿Por qué no había cancelado el encuentro? Lo había pensado más de una vez, pero sabía que eso sólo implicaba una postergación pueril y hasta peligrosa. Respondió con desgano al saludo amable del vecino con el que intercambiaba diálogos de contenido meteorológico desde hacia mas de veinte años, hoy debería decir qué frío y seguramente recibiría por respuest , lo terrible es el viento, pero no tenía ganas.
Estaba molesta, no le gustaba esa sensación de incertidumbre que le daba vueltas por ahí, tampoco sabia si en la garganta o en el estómago. Tranquila, se dijo, y prestó debida atención al cruce de calles, después de todo vivían acusándola de distracción y no iba a darles el gusto, no por lo menos ese día ,de que le dijeran _viste? siempre te decimos, se entretuvo discurriendo en que tal vez,, si la atropellara un auto el susto de tener que ir a buscarla lastimada a algún sanatorio del pueblo les hiciera ahorrar el comentario,
Casi sin darse cuenta llegó a la lencería, siempre le había parecido exagerado el Lengerie que atravesaba la vidriera y no le gustaba el rosa intenso de las paredes, pero no había muchas opciones y la dueña era la hija de una vieja amiga que siempre la atendía con paciencia.
Acompañó el saludo de una sonrisa forzada y sin demasiado preámbulos, explicó lo que necesitaba , un conjunto de bombacha y corpiño y ahí entendió el motivo de la sensación que le navegaba por el cuerpo, le gustó lo de navegaba , porque la falta de certezas la recorría ahora de pies a cabeza. ¿Qué debía elegir? ¿De qué color? Su propia pregunta coincidió con la de la vendedora , ¿De raso?, ¿Lo querés con encaje?. No lo sé, contestó francamente, lo que resultaba raro, sobre todo en alguien que, como ella no tardaba en decidir lo que quería cuando de ropa se trataba. ¿Cuál convendría? El color “piel” tal vez fuera el mas adecuado, los otros blanco o negro probablemente resultaran demasiado llamativos, además no debían tener brillo, no mucho, pero de algodón tampoco. Finalmente acordó en que debía ser algo sobrio, pero no exento de algún detalle de buen gusto y hasta un poquito osado. Examinó uno de los que le ofrecían, el reborde de encaje sobre el raso de brillo tenue en ambas pendas estaba bien, las texturas combinaban y el color era un beige que apenas destacaba sobre su mano Lo compró. Cuando guardó la caja en la cartera, estaba aliviada, segura de que había decidido bien. Si su vecino estaba en la vereda es probable que entablara el breve intercambio de siempre, le había parecido que el hombre, un viejo farmacéutico jubilado ,había quedado desconcertado por el saludo incompleto.
Para cuando llegó a la esquina de su casa, excusada de la obligación de todo saludo pues la vereda estaba vacía , se dio cuenta de que el alivio había sido momentáneo, la mezcla de angustia y miedo persistían . Mañana a esta hora, pensó.
Era esa hora de mañana cuando llegó. No hubo mucho espacio entre el saludo y el acto de quitarse el corpiño que ahora estaba tirado casi al descuido ,despojado de todo encanto, sobre una banqueta baja , lugar al que también irían a parar las bombachas recién estrenadas , que ya se estaba quitando mientras las piernas le temblaban. Hacia pocos minutos el ginecólogo le había dicho, pase al baño, quítese toda la ropa, colóquese la bata abierta hacia adelante y vuelva.
Ana Elía
Agosto de 2009